viernes, 8 de agosto de 2008

Las posibilidades que vi

Las posibilidades que vi
por Alvaro Kröger



Con el avance de la ciencia y la tecnología, la actividad humana se concentró en el desarrollo genético de un pequeño número de materiales.

Esta concentración de la actividad económica no fue casual, sino producto de las ventajas comparativas susceptibles en ser convertidas en ventajas competitivas que presentaron dichos materiales (soja, maíz, caña de azúcar, girasol, etc.).

Por un lado están las cuestiones técnicas, pero por otro, las cuestiones económicas. El factor tierra es escaso y como tal, debe enfocarse a producir aquella materia prima que tenga demanda fluida.

Con el artesanal crecimiento del negocio de los biocombustibles no comenzaron en nuestro país a ser corrientes planteos de diversificación de las fuentes de materias primas, fundamentalmente, como factor de evitar un mayor crecimiento relativo del cultivo de soja (la oleaginosa de menor rendimiento en aceite, apenas un 14% por há.)

En muchos casos asistimos a la exteriorización de análisis poco profundos, basados más en una expresión de deseo que en fundamentos reales. Entonces, resulta imperioso tomar la cuestión con toda la seriedad del caso y obrar en consecuencia.

Si el objetivo es producir materias primas agrícolas aptas para la producción de biocombustibles con independencia de las que hoy tenemos, en primer lugar hay que considerar que poco sentido tendría competir en el uso de las tierras con la producción actual.

El desafío consiste en desarrollar materiales que puedan ser utilizados convenientemente en zonas que hoy están fuera de la producción agrícola. Y para superar este desafío, estamos muy atrasados.

Se requieren políticas públicas coherentes de largo plazo, que coordinen acciones de las distintas áreas de Estado y organismos públicos y privados competentes.

Hay que considerar que el desarrollo de un plan de este tipo insumirá muchos recursos. Por un lado, el Estado debe comprometerse a no interferir con los privados que irán haciendo fuertes inversiones, pero por otro, la utilización de los recursos debe efectuarse de manera eficiente, porque de lo contrario, "será peor el remedio que la enfermedad". Debe realizarse un proceso transparente, auditable, ya que los riesgos de mala asignación de los recursos son muy grandes y los eventuales perjuicios a la población, también.

Muchas son las cuestiones críticas a tomar en cuenta en el desarrollo de estas políticas, considero entre otras:

Desde el punto de vista microeconómico, proyectar la demanda futura de biocombustibles y establecer distintos escenarios posibles, para poder establecer la evolución que debería tener la oferta de los mismos y por lo tanto, los requerimientos de materias primas para su producción. Además, es necesario conocer las distintas tecnologías de producción (no solo las de primera, sino las de segunda y tercera generación respectivamente), para desarrollar materiales compatibles con sus requerimientos.
Proyectar la distribución de la localización del complejo de producción de biocombustibles. Se ha creado un concepto respecto a que se puede producir biocombustibles en cualquier lugar del país. Esto es peligroso, si bien técnicamente ello es en la mayoría de los casos posible, hay cuestiones logísticas que no se pueden soslayar y por lo tanto, las radicaciones deben ser racionalmente planificadas, evitando que la ineficiencia se traslade al bolsillo del consumidor.
Muy vinculado con lo anterior, es necesario estudiar las cuestiones logísticas relacionadas con la producción de materias primas agrícolas y las posibilidades de industrialización. A la hora de definir un cultivo como apto, hay que analizar el volumen que podría obtenerse en las distintas zonas de implantación, los recursos técnicos y humanos para su siembra, cosecha, acondicionamiento, almacenamiento y transporte, y las facilidades para que el mismo se industrializado de manera eficiente. Para ello es necesario contar con facilidades en materia de maquinaria y equipo, infraestructura de transporte y una industria de relativa cercanía dispuesta a procesar las cosechas en condiciones competitivas.
Relevar tierras potencialmente aptas para participar del programa. Implica detectar tierras fiscales o tierras que teniendo dueños en el sector privado, podrían incorporarse por decisión de los mismos, sea porque hoy son improductivas o porque requieren aportes tecnológicos o de otra índole, que no están al alcance de sus propietarios; una vez que estén detectadas, deben ser censadas y estudiadas en cuanto a sus aspectos edafológicos, disponibilidad de agua, impacto ambiental potencial de la agricultura, etc. Estas tierras deben ser adicionales y no competir con los usos tradicionales, ya que de lo contrario, afectaríamos el nivel de la producción actual proyectado.
Estudiar materiales potencialmente aptos para las tierras censadas. Este punto es muy complejo, requiere el estudio de un abanico de variedades posibles para la producción de biocombustibles (intercambiando experiencias con distintos organismos nacionales y extranjeros, sean públicos o privados y detectando los potenciales proveedores de germoplasma) y para el desarrollo de ensayos con criterio científico a lo largo de varios años, verificando el comportamiento fáctico de aquéllos bajo diferentes condiciones climáticas (amplitud térmica, disponibilidad de agua, etc.) y frente al cambio en el perfil del suelo por efectos variados (fertilización, cambios en la materia orgánica, etc.). Se debe estudiar también la posibilidad de trabajar genéticamente materiales para adaptarlos a las tierras censadas. En todos los casos debe primar el sentido común (particularmente en lo relativo a las experiencias del exterior, hay que juzgar a priori el efecto del cambio de clima y de suelo sobre los cultivos, elementos que impactan muy significativamente en el comportamiento de los mismos). La aptitud de los materiales debe extenderse también a las cuestiones técnicas de los biocombustibles, es decir, debe tratarse de materiales susceptibles de generar un combustible que cumpla normas de calidad internacionalmente reconocidas.
Estudiar el impacto en la economía agrícola. Ante la posibilidad que sea viable la implantación de determinados materiales desde el punto de vista técnico, es necesario establecer que dicha viabilidad se traslade a la cuestión económica. De nada valdría intentar imponer un cultivo, si el resultado proyectado para los productores es negativo. Así, se requiere que los resultados del plan se enfoquen a aquellos cultivos que sean viables desde el punto de vista técnico y económico, tomando en cuenta el potencial de fijación de precios de los biocombustibles sobre la materia prima (evitando que un cultivo cuya producción se oriente a estos fines, termine derivando en otros mercados, debilitando el plan).
Estudiar el balance energético. Aún siendo viable desde el punto de vista técnico y económico la producción de determinado cultivo, a la hora de balancear los usos y producción de energía relativa, podría surgir un balance negativo. Este tema no se puede soslayar y obra como condicionante de cualquier desarrollo de este tipo.
Estudiar la cuestión de los subproductos. Al producir aceites y biocombustibles en general, se generan subproductos, los que varían en función de la materia prima utilizada. Por lo tanto, es necesario conocer los fundamentos de los mercados de estos productos a la hora de determinar la viabilidad técnico - económica del desarrollo del cultivo energético.
En todos los casos hay que promover el desarrollo sustentable del ambiente y proteger los derechos de las personas a una vida digna. De nada sirve hablar del desarrollo de determinados planteos productivos, cuando uno se remite a los cálculos económicos y se parte de la base de la utilización de regímenes laborales esclavistas o al menos, contrarios a las leyes, en un proceso que no respeta las mínimas normas de protección del ambiente ni la seguridad de las personas frente a los riesgos de siniestros.

Otro tema es el avance sobre bosques nativos. Es una cuestión muy sensible y debe ser monitoreada convenientemente por el Estado . Así como se requieren políticas activas del Estado para el desarrollo de los biocombustibles, se requiere también la presencia del Estado para regular abusos.

Se viene hablando de biocombustibles en Uruguay desde hace un quinquenio como mínimo. Sin embargo, hasta ahora, sobraron las palabras y pocos fueron los hechos. Es preocupante la falta de coordinación de las distintas áreas de Estado para enfrentar este gran desafío. Hay desinteligencia y falta acción.

Más allá de las buenas intenciones y la lógica del INIA, a priori estoy convencido que los presupuestos asignados en las distintas áreas de Estado para un programa de este tipo, son incompatibles con lo que se requiere del Instituto.

Y si me atengo a la historia, corremos el riesgo que ocurra "más de lo mismo". Mientras tanto, la actividad agrícola tradicional seguirá creciendo, porque al menos, la cadena de producción "hace los deberes" que todavía el Estado no hizo en materia de cultivos energéticos.

Es imposible que un puñado de profesionales del INIA o de las estaciones experimentales puedan desarrollar un plan como el que hace falta, sin que el Estado asuma el tema como corresponde y se asignen los presupuestos que las circunstancias exigen, con la debida coordinación, evitando duplicaciones de esfuerzos.

"Sembrar combustibles" es un gran objetivo, pero es de largo plazo, solamente realizable con políticas adecuadas, que hoy no existen.

Del mismo modo, sería muy valorable defender el desarrollo de empresas serias que aplicasen las normas internacionales, que tuviesen intereses sociales en el funcionamiento de sus plantas y básicamente que el Estado se limitara a controlar la calidad del producto y no a mantener un monopolio agonizante, prepotente y arbitrario.

Me resta esperar que los funcionarios con poder de decisión "se den cuenta"... Soy muy ingenuo, no?

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