sábado, 9 de agosto de 2008

El Reparto de las culpas gnkie

El Reparto de las culpas
por Alvaro Kröger



En Argentina el Estado distribuye peor que el mercado y la administración intenta demostrarlo por el absurdo.

Edipo advierte que la Tebas que reina es azotada por una peste y comienza a averiguar qué ofensa contra los dioses ha causado tal castigo. El coro de la tragedia le advierte que no lo haga. Lo que descubrirá es que lo que ocurre es consecuencia de sus propias acciones. Aunque no ha tenido intensión de causar mal alguno, ha terminado condenando a quienes quería defender.

Este pasaje de la tragedia Edipo Rey se ajusta bastante bien a lo que le pasa a Kirchner, tanto en el tema de la carne como en el tema de los lácteos con Sancor.
Gracias a los profundos conocimientos de nuestro gran amigo Raúl Seoane, y su pasión por la política económica es que puedo intentar escribir una nota que no tiene nada que ver con las pasteras, pero sí tiene que ver con el errático rumbo que ha tomado la economía argentina y la de los demás países, exceptuando a Chile.

El presidente y quienes lo siguen dicen, y parecen estar convencidos, que como el mercado lo hace mal, la asignación de recursos debe hacerla el Estado. Es ostensible que, al menos en la Argentina, el Estado reparte peor que el mercado y el accionar de la actual administración parece un intento de demostración por el absurdo.

Tal vez los malos resultados convenzan al presidente de hacer otra cosa, ya que algunos cambios en su carrera política han sido más que notables. Hasta diciembre del 2001 defendió la convertibilidad, aunque hoy reniega públicamente de todo lo hecho en los '90. Ya como presidente, estatizó una compañía aérea, que luego privatizó apresuradamente, de modo que no sería raro descubrir que si las cosas no funcionan, las políticas cambian. Pero, por ahora, eso no ocurre.

En el tema de la carne, el empecinamiento en políticas equivocadas o erráticas que dan los resultados contrarios a los deseados es más que notable.

Parece sin sentido prohibir la exportación de carne para evitar que aumente el precio de la paleta, la picada, la nalga para milanesas, que no se venden al extranjero. Al Uruguay le vino muy bien ésta estúpida política, porque cubrimos la cuota Hilton de Argentina e hicimos los habituales negocios con Israel que llevan sólo delanteros.

Si aún con la exportación reducida y muy disminuida, el precio continúa aumentando en el mostrador, aunque a los productores se les pague por los animales, uno se pregunta ¿no tendrá algo que ver la política del gobierno?¿No será que la idea de mantener el dólar artificialmente alto con emisión monetaria comienza a causar problemas?

Hasta hace poco, la actual administración juraba que, a diferencia de lo que pasaba en los '90 con la convertibilidad, el actual modelo no acumula desequilibrios. Pero en los últimos días el discurso cambió.

La ministra Felisa Miceli (buque insignia de la task force económica kirchtneriana) abandonó su aparentemente eterna sonrisa y apareció con un gesto adusto, que no la favorece nada, para fustigar a los productores agropecuarios.

Una de las cosas que les enrostró es tener el dólar un 20% sobrevaluado para favorecerlos. ¿Esa clase de desequilibrios son gratuitos? parece más que claro que el gobierno está metido en una cárcel en la que no puede dejar caer la moneda norteamericana para limitar los precios internos. La consecuencia sería que los exportadores pedirían la baja o eliminación de las retenciones.

A punto de entrar en un año electoral y mientras proliferan las ideas para aplicar nuevos impuestos y cobrar más eficientemente los que existen, parece difícil que se materialice alguna rebaja (le mandamos a Mr. Z si quieren).

Quienes dicen conocer el precio que ponen los gobernadores a sus apoyos para un presidente que quiere ser reelegido afirman que sólo en obras públicas hay que entregar no menos de entre 1.200 a 1.400 millones de dólares.

Otros oportunismos tironean de la caja fiscal (que aparentemente no tiene fondo) aprovechando el impulso reeleccionista. Algunas distribuidoras eléctricas quedaron en manos de sindicatos, luego de la huída de algunos inversores extranjeros en medio de la crisis.

Fuentes del mercado señalan que hay casos de atrasos en los pagos a las usinas, que ponen a alguna de esas distribuidoras al borde de la interrupción del suministro. El problema es reiterado y en el pasado se ha solucionado con un aporte del gobierno, que no quiere ni oír hablar de un apagón por falta de suministro eléctrico.

Los funcionarios seguramente piensan que si la interrupción del servicio se dá en alguna distribuidora que está en manos privadas, serán culpados los operadores y la demonizada década de los '90. No pasaría lo mismo si el mismo caso se da dónde el servicio lo prestan sindicatos afines al gobierno. En el caso del conflicto por el precio de la carne, Kirchner eligió demonizar a los huelguistas y responsabilizarlos de querer encarecer los alimentos de los argentinos.

Se trata del mismo gobierno que dice que ayudó a los productores mejorando el tipo de cambio, subsidiando el combustible (por eso ahora no tienen) y el de la electricidad, y buscando la apertura de mercados externos. Todo esto en un contexto en el cual los precios internacionales, por diversas causas, están elevados.

Aparecen allí nuevas contradicciones. En el modelo que supuestamente no tiene desequilibrios, el precio de los combustibles y de la energía está fuertemente subsidiado sobre la base del cobro de impuestos distorsivos.

Pero, además ¿tiene sentido crear tantas ventajas para los productores, que claramente tienen intereses contradictorios con los consumidores? Y peor aún ¿tiene sentido aumentar tanto la rentabilidad de un sector y luego pedirle que no la aproveche? Si la estabilidad del actual modelo depende de lograr que los empresarios no piensen como tales, sólo resta esperar que los problemas aumenten hasta el punto de explosión.

En realidad los productores no obtienen ventajas considerables de la sobrevaluación del dólar, porque gran parte de la posible ganancia se les va en impuestos por las retenciones impuestas por el gobierno argentino. El único beneficiado en todo este galimatías agrícola es el fisco que obtiene pingües ganancias y con eso logra mantener alto el tipo de cambio.

Los ganaderos, en particular los pequeños, ven con indignación que la rentabilidad que les obligaron a resignar se la están quedando otros eslabones de la cadena y no los consumidores. Y con razón se preguntan por qué seguir haciendo el sacrificio.
El tema Sancor es parecido. La empresa resultó muy dañada por la caída del consumo interno, causados por la devaluación y el default. Y hay que tener en cuenta de que la cooperativa ya llegaba muy maltrecha por sus propios errores en la cadena de comercialización.

Cuando comenzó a recuperarse gracias a las exportaciones, el gobierno le aplicó retenciones y le quitó el reintegro a las ventas al exterior. Sancor es una cooperativa y no puede trasladar automáticamente esas rebajas a los productores, que son sus dueños. Otras empresas que no exportan se beneficiaron de la baja del precio de la leche en el mercado interno que ésa medida produjo.

Encima, fue obligada a no trasladar sus mayores costos a los precios locales. Esas medidas las tomó el actual gobierno, que ahora dice querer salvar a la empresa.

Si el gobierno quiere solucionar estos problemas ha partido del análisis equivocado y resta ver si, como Edipo, no terminará pagando las consecuencias de sus propias acciones. No es raro que los hombres inteligentes yerren en sus apreciaciones. El propio Edipo, antes de causar su tragedia, había sido el único con la lucidez suficiente como para derrotar a la temible Esfinge, que sorprendía y devoraba a los incapaces de desentrañar sus acertijos.

Haber tomado el incontenible potro de la crisis económica y política de la Argentina no quiere decir que el gobierno deba enfrentar todos los problemas con los mismos métodos.

Todos estos problemas económicos son casi desconocidos por el pueblo argentino y es por ello, que el gobierno ha transformado un problema puramente técnico, como el de las pasteras, en un asunto de interés nacional. Galtieri hizo lo mismo con las Falklands Islands... todos los gobiernos tienen alguna cortina de humo, sea de dónde sea; pero el caso argentino en la intervención directa en la cadena cárnica ha demostrado ser más fascista de lo que aparenta en el exterior.

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