sábado, 9 de agosto de 2008

¿El paradigma o la paradoja de la izquierda?

¿El paradigma o la paradoja de la izquierda?
por Alvaro Kröger



El filósofo y científico Thomas Kuhn dio a paradigma su significado contemporáneo cuando lo adoptó para referirse al conjunto de prácticas que definen una disciplina científica durante un período específico de tiempo. El mismo Kuhn prefería los términos ejemplar o ciencia normal, que tienen un significado filosófico más exacto. Sin embargo, en su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas define a un paradigma de la siguiente manera:

Lo que se debe observar y escrutar.
El tipo de interrogantes que se supone hay que formular para hallar respuestas en relación al objetivo.
Cómo tales interrogantes deben estructurarse.
Cómo deben interpretarse los resultados de la investigación científica
Una paradoja es una declaración en apariencia verdadera que conlleva a una auto-contradicción lógica o a una situación que contradice el sentido común. En palabras simples, una paradoja es 'lo opuesto a lo que uno considera cierto'

En 1972 el ex-presidente americano Richard Nixon, un recalcitrante republicano de derecha, llevó adelante un acercamiento con China comunista, su archi-enemigo. Esta visita constituyó un paradigma (definido así por Th.Kuhn) de la supremacía del imprescindible reconocimiento de la realidad por parte de los gobernantes sobre la voluntad de actuar motivados por una ideología determinada.

Desde la época, se conoce como efecto "Nixon", a la paradoja política según la cual gobiernos llegados al poder con una identificación política muy precisa, enfrentados a los problemas concretos, adoptan medidas que, en principio, parecerían más propias de sus opositores o al menos no propias de su ideología.

¿Los primeros 2 años del gobierno de izquierda en Uruguay podrían enmarcarse en la paradoja o "efecto Nixon"? Hay algo de eso, pero aún es muy temprano o muy alejado de las próximas elecciones como para tener una posición seriamente tomada.

El gobierno ha dado muestras de realismo en temas no menores como el equilibrio fiscal, los acuerdos con el FMI, la política monetaria, la actitud hacia los diversos grupos de deudores de instituciones públicas, el respeto de los contratos de concesión firmados por el anterior gobierno, la confirmación del régimen mixto en la seguridad social (AFAPs), etc. Esto no podemos negarlo, pero también es innegable que se tratan de varios de los temas en los que el gobierno tenía menos margen de maniobra. Lo que innegablemente implica que el mérito de hacerse realista y pragmático no es tan grande, ya que el costo de ceder a las ideologías variadas hubiese sido altísimo.

La macroeconomía, por lo que he podido ver es muy rígida y no ofrece opciones viables para que un gobierno elija según su identidad ideológica, o su capricho, que a los efectos es lo mismo. Por eso no sorprende que la conducta macroeconómica se parezca a las anteriores, y ésta no es señal suficiente para cuestionarle su identidad política.

A partir de marzo de 2005 en Uruguay la macroeconomía ha salido del plano de lo discutible, está en la cuarta dimensión y las diferencias de matiz ideológico hay que buscarlos en otros planos de la gestión del gobierno. Sin duda ésta es la gran noticia desde el año 2005. Si los primeros meses del gobierno de Vázquez fueran a ser recordados por algo en la historia del Uruguay ha de ser por haber logrado una política macroeconómica de consenso. Un esfuerzo de memoria nos permitirá recordar que el 16 de febrero del 2005 en el Palacio Legislativo los cuatro partidos con representación parlamentaria suscribieron un "acta de entendimiento interpartidario" que incluía acuerdos en torno a "una conducta fiscal rigurosa, aprobar una transformación del Estado y mantener la política cambiaria de libre flotación del dólar", avalaron el mecanismo de canje de deuda instrumentado por el gobierno de Batlle y coincidieron en impulsar una reforma tributaria que simplifique el actual sistema y sea coherente con una reducción de la presión impositiva. Esto fue hace 2 años y en ese lapso ha pasado muchísima agua bajo los puentes cortados y represas.. También acordaron mantener una política monetaria basada en el control de los stocks de circulante para obtener determinados objetivos inflacionarios (Semanario Búsqueda, 17 de febrero de 2005).

Este acuerdo fue precedido por un informe preparado por el CINVE para el BID en el mes de enero, cuando este instituto era presidido por Fernando Lorenzo, y es muy interesante al decir que "...la principal restricción que la política económica heredó de la crisis del 2002 es el requerimiento de obtener un superávit fiscal sustancial que permita, en un horizonte de mediano plazo, la recomposición de la relación deuda/producto, y el retorno a los mercados voluntarios de crédito...el escaso o nulo margen de maniobra en materia de política fiscal se explica por la gran sensibilidad de este resultado a la evolución del nivel de actividad y a la trayectoria del tipo de cambio real."(Sic)

Tal vez en su momento este "entendimiento" pasó como un acuerdo más entre líderes políticos que muy pronto sería olvidado y así fue. Pero sin embargo, los hechos demostraron que este acuerdo reflejaba la sincera voluntad y convicción de sus firmantes, que luego los hechos no coincidieran con la realidad es secundario.

¿Pero qué ocurre si dejamos el terreno de la macroeconomía? Analicemos lo que ha ocurrido en los temas en los que los costos políticos tanto internos como hacia el exterior del partido gobernante en que ese impulso voluntarista no era tan dramático a corto plazo, o sea donde todavía el gobierno no estaba tan acorralado por la realidad del país y de sus propios hombres.

Ciertamente que en éstos casos la "paradoja Nixon" no es tal. Veamos tres ejemplos emblemáticos: Ministerio de Trabajo, Ministerio del Interior y la Cancillería

La formación de los Concejos de Salarios, la derogación de las normativas que habilitaban el desalojo policial de locales de trabajo ocupados, la ley de fuero sindical, que hace muy riesgoso despedir empleados agremiados, y la iniciativa que hace co-responsable a los contratistas por el incumplimiento de obligaciones laborales de sus subcontratados, está creando un ambiente enrarecido en el que parece diluirse el derecho de propiedad. Desde el gobierno se insiste en que estas medidas no serán obstáculo para atraer a la inversión privada, pero seguramente no son parte de una estrategia coherente con la dramática necesidad de atraer inversión al país con la que insiste el Ministro de Economía, por lo tanto Locke no estaría de acuerdo, ni ciertamente Engels.

Las ¿políticas? de seguridad pública, o mejor dicho el incumplimiento de las que había, también constituyen una evidencia irrefutable de que este es un gobierno de izquierda. Desde que asumieron las actuales autoridades es prácticamente imposible contener a los menores infractores y sacarlos del circuito de la actividad delictiva: El Código de la Niñez y la Adolescencia complica la acción policial, la saturación de los establecimientos de seguridad del INAU hace que los jueces remitan solo a la fracción más violenta de menores infractores y la crisis de recursos humanos de esa institución hace que permanezcan internados sólo aquellos que no se proponen fugarse porque ya están cansados de hacerlo o están muy cerca de los 18 años. La frutilla de la torta llegó con la ley de Humanización del Sistema Carcelario, que lisa y llanamente ha liberando delincuentes porque no hay donde ponerlos, pero lamentablemente han empezado a volver al hacinamiento porque la ínfima parte de ellos se ha mantenido fuera del delito. La exposición de motivos de esta ley es descriptiva de la ideología que en la materia anima a este gobierno: El delincuente es una víctima de la sociedad capitalista. Como lo ha señalado la oposición en las prioridades de este Ministro del Interior todo está antes que la garantía de seguridad para los ciudadanos honestos. Esta filosofía ha generado la curiosa realidad de que la ciudadanía honesta y trabajadora deba vivir entre rejas y los delincuentes andan tranquilamente por las calles, pero, no se preocupe mi amigo: "Es una sensación térmica de inseguridad", nada más......

El Canciller ya es el epítome de la falta de sensibilidad política: Su anti-norteamericanismo es confeso al punto de declarar no saber que iba a llegar el Presidente Bush, se opuso a la firma del TIFA y el TLC, y ni siquiera habla inglés, así que su manejo del Ministerio supongo que será muy limitado ya que el inglés es el idioma actual de la diplomacia. Ha manejado las crisis políticas con la República Argentina de una forma por demás heterodoxa, por no decir lisa y llanamente ausente. Su falta de calidad como Canciller de la República, la dio no me acuerdo cual de los dos Fernández de enfrente, que dijo a micrófono abierto: "Si viene Gargano no hablamos". Su falta absoluta de protagonismo nos ha llevado a la actual situación en la que estamos aislados por tierra con Argentina por los 3 puentes, y no se ha piketeado el puerto de Buenos Aires o Aeroparque, porque hay intereses comerciales demasiado fuertes e influyentes.

Otros proyectos del tipo "buque insignia" de este gobierno también nos hablan de su identidad izquierdista: El concretado Plan de Emergencia (Panes), el manido Sistema Nacional de Salud y la gran vedette , la Reforma Fiscal dan suficiente muestra de que la fuerza de gobierno no ha olvidado muchas de sus más caros objetivos. No debemos olvidar el modo entre patoteril y prepotente en que se ha encarado el revisionismo de las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante la dictadura.

Los hechos nos llevan a creer que, por el momento, éste es un gobierno clásico de izquierda, pero de una izquierda más pragmática en manos del Cr. Astori y que afortunadamente ha abandonado el cuestionamiento a la ortodoxia macroeconómica centenaria. Lo que se está empezando a verificar con el correr del tiempo es la falta compatibilidad entre las medidas adoptadas en el terreno macroeconómico con las tomadas en otros ministerios como fruto de las tradiciones de la izquierda. Se está llegando a un punto en que las consecuencias de estas últimas comprometen seriamente la posibilidad de éxito de aquellas, y como es lo lógico los productores agropecuarios son los primeros en sufrir.

La "paradoja Nixon" existe más como una sensación medio escalofriante cuando se comparan las primeras medidas de este gobierno con las expectativas que generó históricamente la izquierda en la sociedad, y que en los últimos años se identificó con la idea de "país productivo", pero para esto las reformas tienen que ser de fondo, no deben ser maquillaje. En las expectativas de la gente (no solo de sus votantes) estaba que el gobierno instrumentaría subsidios, subiría los aranceles y el tipo de cambio para proteger a la industria nacional, aumentaría sustancialmente la asignación presupuestal de la salud, la educación y el poder judicial (con aumento salarial para los funcionarios incluido), financiaría la construcción de viviendas populares, fijaría los precios de los artículos de consumo popular, retornaría al control del estado servicios privatizados por los gobiernos "neoliberales" de blancos y colorados, suspendería las ejecuciones de deudores y se plantearía muy firme ante los organismos multilaterales de crédito para decirles que se les pagaría en la medida en que se pudiera, pero que primero había "que darle de comer al pueblo". Pues, mi querido amigo, si usted creyó esto, es usted muy inocente: un país sin un mercado interno grande y dinámico, un país sin exportaciones, un país donde NO se quiere introducir tecnologías nuevas, un país dónde en lugar de atraer al inversor, se lo espanta; ese país está condenado a la muerta lenta, dolorosa, pero segura.

El hombre siempre se ha superado, ha luchado denodadamente y se ha ido superando económicamente, luego culturalmente. Es clásico de los gobiernos de izquierda que en lugar de hacer un esfuerzo por enrasar para arriba, siempre vayan por la fácil de enrasar para abajo. Obviamente que es muchísimo más fácil repartir lo poco que se pueda rescatar, que generar las oportunidades para la producción de mayor riqueza y por ley transitiva, mayor bienestar para el pueblo. Hace muchísimos años que el capitalismo se ha dado cuenta que es mucho más beneficioso para los negocios mantener estómagos llenos y caras sonrientes que un continuo estado de stress económico. Y lamentablemente no sólo el gobierno sino los sindicatos mantienen ese estado latente de stress ( lo que ellos llaman mantener movilizadas a las masas) y que no es más que empezar un problema cuando la opinión pública ha perdido el interés por el problema anterior.

También se alimenta esta sensación cuando analizamos que algunos miembros del equipo económico anunciaron tener la intención de llevar adelante en el futuro: Pasar las empresas públicas al derecho privado, eliminar los monopolios públicos, asociar empresas públicas al capital privado, terminar con la inamovilidad de los funcionarios, reformar el Banco Central, etc., pero en éste caso la mayoría de los ciudadanos ya mira con otros ojos el tema de las privatizaciones, no son tan "sulfurosas" (pan troglodytes dixit).

Pero por ahora se trata no de lo que el gobierno ha hecho, sino de lo que no ha hecho o de lo que dice tener intensiones de hacer. Sólo si se aleja definitivamente el comportamiento demagógico y populista, manifiestamente hostil a la economía de mercado, y si se empiezan a concretar las intenciones anunciadas, si se empieza a gobernar, podremos decir que en Uruguay nos encontramos ante la "paradoja Nixon"

Fuentes consultadas: Semanario Búsqueda, El Observador, BID, CINVE, Khun, Engels, Locke, MEF, Informe Uruguay

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