sábado, 9 de agosto de 2008

La Revolución del Cedro

La Revolución del Cedro
por Alvaro Kröger



Hasta no hace mucho, gran parte del estamento de política exterior de Estados Unidos o se mostraba dubitativo o despreciativo en lo que respecta a la estrategia de democratización de Oriente Medio del Presidente George W. Bush. El debate tenía dos vertientes.

En primer lugar, Bush no fue completamente sincero al afirmar que la seguridad nacional norteamericana dependía de la expansión de la democracia hasta las naciones musulmanas. En segundo lugar, los musulmanes rechazarían la democracia como producto occidental.

Durante los dos últimos años, sin embargo, un buen número de sucesos han ayudado a debilitar el argumento anti-Bush.

Irak y Afganistán han celebrado sus primeras elecciones libres y plurales. A la "Revolución del Cedro" libanesa le siguieron las primeras elecciones libres de ese país en 30 años. Kuwait ha concedido a sus mujeres el derecho de sufragio y de presentarse a las elecciones. En Irán, estudiantes y trabajadores se han manifestado con gritos de "¡Democracia, ya!" Incluso la tradicionalista Arabia Saudita ha celebrado sus primeras elecciones, limitadas no obstante. Y semanas pasadas fue el turno de probar el pluralismo de Egipto, en sus primeras elecciones presidenciales con varios candidatos.

El ejercicio egipcio no se podría describir como unas elecciones según los estándares de las democracias establecidas. Sin embargo, ésta fue la primera vez que un "Faraón" se sometía a la "ignominia" de pedir votos. La breve campaña electoral, de apenas tres semanas, revelada la existencia de una base en favor de la democratización mayor de lo que se imaginaba.

Los pesimistas del estamento norteamericano, no obstante, han despreciado el ejercicio egipcio como "fraudulento" porque no se permitió que la Hermandad Musulmana, una agrupación islamista militante con un historial de terrorismo de décadas de antigüedad, presentase un candidato.

Al excluir a la Hermandad, el Presidente Hosni Mubarak seguía una corriente creciente en el mundo musulmán que tiende a impedir que los grupos políticos acaparen el islam como su derecho exclusivo. Esto comenzó en Turquía en los años 20, y desde entonces ha sido adoptado por diversos países musulmanes, notablemente Indonesia, Túnez y Argelia, en diversas formas no obstante.

El coro anti-Bush, sin embargo, insiste en que ningunas elecciones en Oriente Medio pueden calificarse como democráticas a menos que no sólo tomen parte, sino que sean ganadas por islamistas. Algunos han ido más allá, sugiriendo que los Estados Unidos se aliasen con grupos islamistas y les ayudasen a llegar al poder.

La más reciente de tales recomendaciones llega en la forma de un informe especial procedente de una comisión encabezada por la ex secretario de estado Madeleine Albright (Demócrata) y el ex Congresista Vin Weber (Republicano) para el Council on Foreign Relations.

LA IDEA de una alianza entre Estados Unidos y los grupos islamistas no es nueva. Fue presentada por primera vez en 1977 por el consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, que soñaba con "una cuarentena verde islámica" alrededor de la Unión Soviética.

Basada en la sentencia Maquiavélica de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", la estrategia pudiera haber tenido algo de sentido en el contexto de la Guerra Fría. Pero la Guerra Fría terminó hace 20 años, y no hay motivo por el que Estados Unidos, o cualquier otra democracia, debiera aliarse con los enemigos de la democracia en cualquier parte del mundo.

El análisis Albright-Weber se basa en dos premisas. La primera es que los grupos islamistas, Hermandad musulmana incluida, Hamas y Hezboláh, son comparables a los partidos Democristianos de la Europa Occidental.

Pero las cosas no son así de simples. En el Cristianismo, los asuntos pertenecientes al ámbito de la religión son gestionados por la iglesia. Por tanto, un partido político que utilice el término "cristiano" como parte de su identidad no está fingiendo representar a la fe cristiana. Todo lo que hace es mostrar una determinada posición cristiana en materia política.

Tal demarcación sin embargo es imposible en el islam, sobretodo porque carece de estructuras similares a la Iglesia. Hezboláh, como su propio nombre implica, afirma ser el Partido de Alá en persona, proscribiendo así a los que no marchen bajo su bandera. La Hermandad Musulmana reclama el Corán como su constitución, caracterizando por tanto a las restantes organizaciones políticas como "impías".

Es importante que no se permita que ningún grupo político reclame el monopolio del islam. Si la Hermandad Musulmana quiere presentar candidatos, todo lo que tiene que hacer es registrarse como partido político bajo un hombre secular, igual que han hecho sus homólogos turcos o argelinos, ganando un porcentaje del poder a través de elecciones.

Albright y Weber tienen razón en que tanto Hamas como Hezboláh "ya son participantes de las actividades democráticas de su sociedad". Pero éstos no pueden ser reconocidos como partidos políticos a menos que, y hasta que, disuelvan sus ejércitos privados.

Esto es lo que exige el gobierno británico al Sinn Fein - IRA en Irlanda del Norte. No hay motivo por el que no se debiera aplicar lo mismo a Oriente Medio. El hecho de lograr algunos escaños en las elecciones, incluso si son montones de escaños, no es motivo suficiente para que Estados Unidos u otras democracias se alíen con partidos no democráticos.

Después de todo, el Partido Nazi ganó las elecciones de 1933 en Alemania, pero no logró legitimidad como grupo democrático. Más recientemente, la Unión Europea y los Estados Unidos boicotearon a Austria después de que un partido neonazi lograra un puesto en su coalición de gobierno. El curso más sabio para los americanos es respaldar a aquéllos a los que se pueda invitar a cenar sin sentir vergüenza.

Un partido terrorista continúa siendo un partido terrorista incluso si gana escaños en unas elecciones.

LA SEGUNDA premisa del dúo Albright-Weber, que no existen demócratas o reformistas musulmanes en los que Estados Unidos pueda confiar, es igualmente errónea. Existen corrientes democráticas cada vez más fuertes en todas las naciones de Oriente Medio.

Puede que muchos demócratas de la región no sean pro-americanos porque estén en desacuerdo con este o aquel aspecto de la política norteamericana. Pero muchos más califican a Estados Unidos como aliado no fiable sobre todo porque no saben comprender a gente como Albright y Weber.

Ven cómo una buena parte del estamento norteamericano se desvía de los procedimientos normales desenrollando la alfombra roja para los islamistas en nombre del multiculturalismo, mientras que esos musulmanes que acarician el ideal democrático son ignorados o demonizados.

Se preguntan por qué los gobiernos iraquí y afgano son objeto de ataques más virulentos por parte de buena parte de los medios norteamericanos que los islamofascistas de Irán o los ba´azistas de Siria.


--------------------------------------------------------------------------------

Referencias: Amir Taheri, London Sunday Times, Times, The Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail , M.Albraght, V. Weber

No hay comentarios: