sábado, 9 de agosto de 2008

Daguerrotipos,

Daguerrotipos, fotografías
y fotógrafos
Recopilación de Alvaro Kröger
Sobre un texto de José María Fernández Saldaña

Si se han de juzgar por las preguntas frecuentes que se hacen y por las muchas consultas evacuadas sobre el asunto, existe una gran confusión general no sólo respecto a lo que podría llamarse época - o mejor - "reinado del daguerrotipo" sino a lo que era el daguerrotipo en sí mismo.




Se dice de esta clase de fotografía primitiva una serie de cosas inverosímiles, siendo corriente también adjudicarles una absurda vejez antojadiza.

Un físico francés Nicéforo Niepce dedicado desde 1814 a investigaciones y pruebas tendientes a fijar de algún modo las imágenes, obtenidas en cámara oscura, logró después de 10 años de trabajo solucionar virtualmente el problema.

Asociado al pintor Luis Joaquín Daguerre, pudo Niepce llevar a terreno más práctico sus métodos y luego su socio - muerto de muerte repentina el inventor - tuvo la suerte, prosiguiendo en el camino de perfeccionar el procedimiento heliográfico, de llegar hasta la obtención de imágenes fijadas en claro oscuro sobre una placa metálica.

El 9 de enero de 1839 Arago anunció el descubrimiento en la Academia de Ciencias de París y 5 meses más tarde el estado francés mediante una renta vitalicia de 6000 francos anuales asignada a Daguerre y otra de 4000 a favor del hijo de Niepce adquiría el invento haciendo públicos de inmediato los métodos.

Bautizado el invento por su perfeccionador con el nombre de daguerrotipo, el descubrimiento tuvo una difusión rapidísima en Europa y los Estados Unidos.

En América del Sur fue al concluir el año 39 que se hicieron los primeros ensayos en Bahía, luego en Río de Janeiro y después en Montevideo a principios del 40.

Una corbeta belga "La Oriental" que en función de "Colegio Hidrográfico", viajaba por estos países con un conjunto de muchachos rebeldes a la corriente disciplinaria escolar fue la portadora del invento.

Cierto abate Luis Conte, capellán de la original expedición era el encargado de manejar uno de los nuevos y admirables instrumentos de que estaba provisto el buque "destinado a sacar con la exactitud que los caracterizaba las vistas más notables de las ciudades y lugares que se debían visitar".

El navío arribó a nuestras playas en el mes de febrero, y aquí como en Brasil el abate dispúsose a ilustrar el itinerario.

Decíase Conte discípulo del propio Daguerre que le tenía confiado las últimas perfecciones, instruyéndolo de ciertos secretos del "modus operandi".

Aunque es verosímil que se hubiese hecho algún anterior ensayo en privado, la primera prueba oficial del daguerrotipo se realizó entre nosotros la mañana del 29 de febrero de 1840.



Hubo lugar el experimento en el palacio del Cabildo, sitio de reunión del cuerpo legislativo, en presencia de una selecta concurrencia donde figuraba el vicepresidente de la República Luis Eduardo Pérez, el presidente de la Cámara de Diputados Manuel Basilio Bustamante, el Decano del Superior Tribunal, miembros del cuerpo médico, cónsules extranjeros, etc.

Dióse comienzo a la tarea pulimentando con piedra pómez una lámina de cobre plateada que debía recibir la imagen y luego de lavarla con una solución acidulada, calentarla y sensibilizarla con vapores de yodo - maniobras hechas en la oscuridad - el abate la adaptó a la cámara oscura previamente enfocada hacia la Iglesia Matriz frente por frente al Cabildo y bañada totalmente por el sol.

Un cuarto de hora duró la exposición.

Pasando luego a las prácticas de la revelación y fijación a base de vapores de mercurio y baño de hiposulfito, Conte "ofreció a la admiración de los circundantes una hermosísima lámina que representaba el frontispicio de nuestra iglesia principal, en la cual desgraciadamente por la demasiada proximidad en que estaba colocado el aparato, las reducidas dimensiones de la lámina y sobre todo por la elevación de las torres, aparecieron éstas como truncadas en su cúspide".

Al fondo veíase el mar y la fragata francesa "Atalante". La concurrencia quedó pasmada frente a aquel portento.

A la tarde, con público semejante al de la mañana el operador instalando su máquina en la casa de Santiago Vázquez (calle Sarandí donde está ahora más o menos el Club Uruguay) enfocó la fachada del Cabildo obteniendo otra excelente prueba que regaló al Dr. Teodoro Vilardebó, el cual seguía de cerca y con real interés, desde hacía tiempo, el curso del descubrimiento en el viejo mundo.

De estas dos primeras placas de daguerrotipo sacadas en Montevideo no hay noticias ni probabilidad - sino remotísima - de que se conserven.

Una litografía de la Iglesia Matriz publicada en el periódico "El Talismán", en 1840, está copiada verosímilmente del daguerrotipo que obtuvo Conte, según lógicas y ponderas deducciones. Pero es lo más que puede decirse al respecto.

No obstante el porvenir suele reservas inesperadas sorpresas en casos análogos.

"La Oriental" prosiguiendo su viaje desembarcó en nuestra capital al capellán cuya salud precaria no le permitía afrontar los riesgos del mar, y el 13 de junio la corbeta naufragaba en Valparaíso salvándose todos sus hombres.

El abate hizo venir de Francia un aparato semejante al de la escuela, el mismo que fue sacado a remate cuando se ausentó del país en 1847.

Pero ya para aquellos días había personas curiosas, como el mismo Dr. Vilardebó, que, poseedoras de máquinas de daguerrotipo, las manejaban con éxito, aplicándolas a reproducir edificios u objetos en reposo.



Aunque los 15 minutos de exposición que Conte dio a sus placas el año 40 pudieron disminuirse un poco, la posibilidad de reproducir modelos vivos estaba excluida en absoluto pues no se conseguía una inmovilidad tan prolongada.

A despecho de la certeza de estas experiencias en edificios públicos, calles, etc., todavía no se había visto ninguna vista de Montevideo o sitio de la República tomada al daguerrotipo.

En Buenos Aires existe una serie obtenida por el Ing. Pellegrini, aunque no tan hermosa ni tan perfecta como las que se sacaron en Paraguay en 1859, para ilustrar el libro de Du-Graty.

Mientras tanto, Claudet, en París, en 1841, exaltando con cloruro de yodo la sensibilidad de las placas a la vez que introducía el uso de lentes cortos de foco, lograba obtener imágenes humanas por heliograbado.

El desiderátum del método estaba descubierto y su difusión inmediata sobrepasaría todo límite.

En Montevideo se conoció el nuevo sistema entre fines de 1842 y principios de 1843 siendo Juan A. Benet, operador inglés con galería en la esquina de Solís y Cerrito quien introdujo el invento.

De aquí dedúcese que no puede existir retrato daguerrotipo anterior a 1841 y, si se trata de planchas obtenidas en nuestra capital el límite tiene que fijarse en los dos últimos meses del 42.
Los daguerrotipos de esa primer época artística están sacados sobre una chapa metálica que hace espejo obligando a "buscarles la luz" para conseguir visión perfecta de la imagen.

Los contrastes son tenues y en algunos sacados en años próximos se nota una leve coloración en las carnes y retoques de oro hechos a mano sobre las alhajas.

En 1857 un cambio de métodos perfeccionó el heliograbado con la obtención de retratos de vidrio o sea daguerrotipos en que la placa metálica venía a sustituirse por un vidrio sensibilizado.
No obstante su fragilidad, el nuevo sistema tenía la ventaja de ser invulnerable a las influencias atmosféricas que oxidaban el metal. Además los retoques de oro que solían dañar el retrato podíanse realizar impunemente.

Los heliograbados en metal o en vidrio se acondicionaban en estuches forrados de piel o con interior de terciopelo, que les presentaban a la vez que un aire de delicadeza cierta especial factura artística.

Algunos estuches con tapas historiadas y bajos relieves eran piezas de arte de indiscutible gusto.

Otros retratos se colocaban en marcos de prolija labor y cuando entró la competencia de precios se entregaban sencillamente con un paspartout y un vidrio fileteado de papel negro.

La fotografía en papel que no tardó mucho en descubrirse, y fue conocida entre nosotros en la segunda mitad del año 1853, trajo como consecuencia el abandono total de los viejos sistemas en planchas o vidrios.



Las casas del ramo - que ya abundaban - aumentaron considerablemente y los operadores en largas giras por la República divulgaron el retrato accesible a todos, desde ese momento en adelante, por unos pocos patacones.

También los aparatos de daguerrotipo tenían hecha su cosecha y su época en el litoral y el interior.

Gregorio Blanes, en carta que escribe del Salto a su hermano Mauricio con fecha 29 de enero de 1851 le dice refiriéndose a un grupo de familia: "....con motivo de haber sido favorecido este pueblo de una máquina de daguerrotipo, hemos entrado por la moda, etc..."

Fructuoso B. Alburquerque con un equipo volante sacaba daguerrotipos en Minas, Florida y Durazno, más o menos en esa época.

Las fotografías en papel obedecieron primitivamente a un tipo uniforme, en tarjetas pequeñas que se conocían por tarjetas de visita.

A éstas siguió, incrementándose tanto que hubo que dominar el mercado, la tarjeta álbum de triple formato aproximado a los anteriores.

La variación de títulos comenzó y en 1882 la clasificación profesional de las tarjetas era: chica, grande, boudoir, imperial, promenade y extra promenade.

Finalmente, en la actualidad, la anarquía es completa en lo que se refiere a tamaños y no obstante el perfeccionamiento de los métodos de labor, en lo que toca al trabajo más bien hemos retrogradado que avanzado.

El convencionalismo, el apuro y la inseguridad de los preparados esenciales no permiten, en la hora que vivimos, obtener fotografías de calidad comparable a las clásicas de Bate y más adelante a las que trabajaba Fritz-Patrick.

Hay en la colección del Dr. Fernández Saldaña, que está actualmente en la Biblioteca Nacional, tarjetas de visita que tienen bastante más de 100 años, las cuales conservan una frescura y valor de tonos que no envidian nada al platinotipo actual.

Rico renglón de comercio permitió a quienes supieron explotarlo, alzar verdaderos capitales.

Cuan Rafael Ruano remató el famoso primitivo establecimiento de Bate y Cía., en 1867, decía "El Siglo" que esa fotografía había hecho la fortuna de tres personas.

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