sábado, 9 de agosto de 2008

Amenaza directa de Al Qaeda a España

Amenaza directa de Al Qaeda a España
por Alvaro Kröger



La campaña de atentados integristas en el norte de África es el resultado de una decisión estratégica de Al Qaeda de extender la guerra santa a todo el territorio que se propone recuperar para el nuevo califato que debe gobernar el islam, incluidos los países musulmanes dirigidos por regímenes laicos o monarquías «corruptas».

La implantación de la red yihadista de Bin Laden en el Magreb tuvo el punto de inflexión con la conversión de los salafistas argelinos en el brazo local de Al Qaeda, que pasaría a controlar, directa o indirectamente, la constelación de grupos terroristas de la región. Este proceso de reclutamiento ha ido acompañado por un afianzamiento logístico de Al Qaeda en el desierto del Sahel, dando a la red integrista nuevas plataformas de lanzamiento para sus ataques terroristas y para la captación de más sectores del mundo musulmán más territorios para bases de entrenamiento y logística.

Por tanto, desde los atentados de Casablanca, en mayo de 2003, la progresión del terrorismo integrista al otro lado del Estrecho de Gibraltar ha sido constante y, por esta razón, el Gobierno español debe tomarse muy en serio las reiteradas apelaciones de Al Qaeda a la «recuperación» de Al-Andalus para el islam, la última de ellas contenida en la reivindicación de los atentados de Argel de hace pocos días.

El terrorismo integrista no es, en absoluto, un problema generado por la pobreza ni una reacción provocada por la política exterior de Estados Unidos. La mentalidad europea es muy dada a estos argumentos vacuos porque le ahorran la carga de asumir riesgos y compromisos, como ya hiciera cuando pudo prevenir o contener, y no lo hizo, los totalitarismos del primer tercio del siglo XX. En todo caso, después de los atentados de París en los ochenta del siglo pasado y los ataques criminales del 11-M en Madrid y del 7-J en Londres, no es admisible que Europa se siga engañando sobre el más temible enemigo que se cierne contra ella. Ni que siga callando la evidencia de que en Afganistán y en Irak se combate a los mismos terroristas.

El Gobierno español tampoco puede permitirse el error de minusvalorar la amenaza integrista contra el país y debe poner especial atención a Ceuta y Melilla. Es comprensible que sus representantes políticos hayan mostrado su malestar por el hecho de que se haya alertado en los últimos días sobre el riesgo de ataques a ambas ciudades autónomas. En otro momento, quizá sería un alarmismo desproporcionado, pero en las actuales circunstancias, con Marruecos y Argelia golpeados brutalmente, con amenazas directas de Al Qaeda a España y con la circulación de los nombres de Ceuta y Melilla en los foros del integrismo, no sólo no es alarmista, sino obligado un emplazamiento al Gobierno español para que adopte medidas de protección específicas. Más aún, a la vista de que las informaciones recabadas apuntan de nuevo a que terroristas marroquíes huidos están escondiéndose en España. Va a pasar lo que ocurrió dos veces en el siglo XX; luego de no evaluar correctamente las consecuencias de una política ambigua, poco comprometida y venal, América va a tener que ir a sacarle las castañas del fuego, y ésta vez no será solamente USA y Brasil, vamos a tener que ir todos.

No hay que olvidar que la actividad del integrismo en Ceuta ha sido creciente en los últimos tiempos, como se demostró en diciembre del pasado año, con la detención de once islamistas que estaban culminando la organización de un grupo terrorista. Es importante que el Gobierno español traslade a la opinión pública la sensación real de que no se está mirando a otro lado, ni aplicando a esta situación de crisis en el Magreb los tópicos elusivos tan presentes en la propuesta de la Alianza de Civilizaciones. Hay un enemigo que ya ha matado en masa, que reitera sus amenazas y, sobre todo, que tiene determinación para ejecutarlas como sea.

La respuesta al terrorismo integrista requiere un plan global de seguridad nacional, que recoja las experiencias y las lecciones impartidas por los atentados de Al Qaeda, pero también por la vulnerabilidad de las sociedades occidentales, obligadas más que nunca a revisar sus políticas de inmigración y de integración de las poblaciones musulmanas. Las minorías que viven actualmente en Europa son las que NO se quieren integrar, y menos aún las musulmanas. Baste recordar lo que ha ocurrido en un barrio chino en Milán hace un par de días: los chinos no aceptaban las leyes italianas y tenían sus propias autoridades. Parece paradójico que el Gobierno español discrimine brutalmente a los emigrantes de sus ex colonias, que tienen costumbres similares, que hablan el mismo idioma y que son susceptibles de integrarse planamente a la sociedad española y no lo haga con inmigrantes de otras nacionalidades que no tienen las mismas ventajas que los latinoamericanos.

Ciertamente, los líderes musulmanes tienen razón cuando reclaman que no se confunda el islam con el terrorismo, pero deben asumir que Al Qaeda mata en nombre del islam y que cada vez es mayor el número de jóvenes musulmanes atraídos por el terrorismo. Antes que las víctimas del integrismo musulmán, son los propios musulmanes quienes deben asumir que su fe y el terrorismo son incompatibles.

Referencias: Huntington, Pipes, I. Berlín, NATO Inmigation Report,ABC (España)

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