sábado, 9 de agosto de 2008

Las diferencias entre un mono bananero y un Señor Presidente

Las diferencias entre un mono bananero y un Señor Presidente
* Alvaro Kröger


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En su aguda necedad y diarreica verborragia, Chávez, ha sido incapaz de comprender que gobernar no es changa para el protagonismo personal y egoísta de quién ejerce esa delicada misión.

Su mentalidad golpista le hace imposible ver que su misión sublime es promover, con espíritu de servicio a la realización del bien común, la integración, la unidad y la protección de los derechos humanos y los valores de su pueblo.



Este desagradable individuo con ínfulas mesiánicas ha deslegitimado la autoridad que lo llevó a ser mandatario, no de una muchedumbre, sino de una sociedad ávida de sana convivencia democrática. Desde su argucia y astucia, supo hacerse de la confianza ciudadana que lo llevó a índices de gran popularidad.

Luego aprovechó el apremio de los tiempos difíciles para excitar la impresionabilidad popular hacia el caudillismo que desvía y pierde la auténtica representación política.

Distraído en dar pruebas, que nadie le ha pedido, de vigor y locuacidad ya cansadora, de audacia rayana en la inconciencia y habilidad superlativa para el escándalo, se ¿olvidó? de conocer las necesidades de su pueblo y procurarles una solución. Como si la inestabilidad política y la aguda crisis económica que ha propiciado su nefasto desempeño no fueran prioridad a resolver en ese hermoso país de contrastes. Tal parece que para Chávez no existen comunidades en aldeas y pueblos de antaño que viven en condiciones más que paupérrimas y que demandan atención eficaz de su gobierno.

Ocupado en su histrionismo grotesco, insensato e inmerso en una mezcla de ocurrencias traídas del pensamiento de otros desadaptados, el mono bananero Chávez alucina en cómo imponer sus locas "ideas bolivarianas" de corte nacionalista a la población. Así ha dejado de ocuparse en resolver, desde las recurrentes fallas en los servicios básicos hasta la frágil situación económica soportada sólo boom petrolero, pasando por la aguda corrupción gubernamental y la tasa creciente de desempleo que rebasa 15%. Así "gobierna" el ahora famoso, por su vergonzante y mansillante política autoritaria, el Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, alias El Mono Bananero.

Obstinado hasta el absurdo en su meta personal de promover la llamada revolución bolivariana" (no se sabe bien qué es), que a nadie le va ni le viene fuera de sus fanáticos, paulatinamente ha perdido el derecho de mandar y de ser obedecido por los ciudadanos venezolanos. Chávez dejó de ser un mandatario legítimo y respetable, si es que algún día lo fue, cuestión que personalmente nunca lo creí.

Baste para comprobar el desprestigio de este personaje de opereta, conocer la opinión que, de no pocos de sus compatriotas, recogió un foro de la BBC mundo.com en los primeros días de noviembre de 2005. Y bueno es aclarar que la BBC debe de ser uno de los pocos medios de comunicación realmente independientes.

Mientras para unos el mono Chávez es un loco que sólo quiere llamar la atención desde su condición de marioneta del barbeta cubano, asumiéndose como imitador barato de Castro, para otros es motivo de vergüenza tener un gobernante tan cargado de resentimientos y con una actitud que no corresponde ni a la educación ni a la cultura venezolanas.

En él no puede aplicarse la descripción evangélica del Buen Pastor para afirmar que ha sido el gobernante que no llegó a ser servido sino a servir, que fue siempre delante de sus ovejas dispuesto a ofrendar su vida por ellas, por el contrario ha mandado a las ovejas al frente. Ha hecho del gobierno un patrimonio personal e intransferible.

Es una pena y una tragedia para los venezolanos vivir, por ahora, en una especie de ausencia de Estado. Impedidos, también por ahora, y mientras este mono esté al mando de compartir decisiones con su gobierno para avanzar hacia el fin por todos buscado y para todos necesario.

Los recientes e insultantes exabruptos de este mono Chávez hacia el presidente mexicano Vicente Fox sólo han servido para exhibir el vacío de quién representa una clara amenaza a la aspiración democrática de América Latina.

El desprestigio social de Chávez en su país se refleja en una reciente encuesta de El Universal de Venezuela en la que 53% de los usuarios piensa que su presidente es responsable de la crisis en la relación diplomática con México.

Más allá de la circunstancial discrepancia por la pretendida Área de Libre Comercio de las Américas, está la loca idea de implantar en Latinoamérica el delirante populismo que se ostenta como representación de los pueblos y que, en su demagogia vulgar y chauvinista, justifica todo tipo de acciones desde el poder, sin dar a éstas dimensión ética y moral, y sin atender criterios de gobernabilidad democrática con participación ciudadana y responsabilidad fiscal.

Las muchas disculpas públicas de ciudadanos venezolanos por el bochornoso espectáculo chavista en contra del presidente Vicente Fox es también señal de dónde andan los bonos de este emisario de los viejos autoritarismos militares de América Latina en desuso desde hace 30 años.

Por fortuna para Venezuela, hay esperanza en liderazgos emergentes que tienen un claro compromiso con la dignificación de la política y el bienestar de ese pueblo doliente. Hombres y mujeres demócratas, de formación humanista, que ven a la persona como fin y no como instrumento, están dando una valiente lucha ciudadana por el restablecimiento de la normalidad democrática venezolana, otrora ejemplo para los pueblos de la región latinoamericana y del mundo.

Frente al espíritu envenenado de odio resurge el espíritu libertario de la solidaridad. Frente al vampirismo antropófago de Chávez, se levanta la bandera que enarbolan valientes hijos de esa patria que padece el dolor evitable del autoritarismo prusiano. Ellos son la opción moral de su nación y cuentan, en su noble tarea, con el respaldo solidario de líderes de fuerzas políticas hermanas de todo el continente. Si la ceguera y el egocentrismo de Chávez le impide ver este movimiento, que oiga al menos las voces de la democracia latinoamericana que anuncian optimistas el fin de su régimen de ficción.

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