sábado, 9 de agosto de 2008

Un "choque de civilizaciones" deliberado USA

Un "choque de civilizaciones" deliberado USA
por Alvaro Kröger



Hace ocho años apareció en Teherán una traducción pirateada del celebrado ensayo de Samuel Huntington "El choque de civilizaciones y la nueva versión del orden mundial". El editor recibió un pedido de 1000 copias, la mitad de la edición impresa. "Nos preguntábamos quién las querría", recuerda Mustafá Tunkaboni, que comercializó el libro. La respuesta llegó cuando un camión militar perteneciente a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica llegó para recoger los libros. Entre los funcionarios que recibieron una copia se encontraban Yahya Safavi, hoy general y comandante en jefe de la Guardia. Otra fue a parar a Mahmoud Ahmadinejad, un ex oficial de la Guardia en la reserva que hoy es el presidente de la República Islámica.

Irán es enormemente malinterpretado en Occidente. Teniendo en cuenta los titulares en Europa y América, uno pensaría que la crisis de las relaciones se debe a las armas nucleares. Pero la causa real es bastante más genérica: la determinación por parte de Irán de remodelar Oriente Medio a su propia imagen — un "choque de civilizaciones" deliberado con Estados Unidos. Esto está vinculado con una segunda idea falsa acerca de Irán, la idea de que el régimen se divide entre "conservadores" que se oponen a un entendimiento con América y con Occidente, y "moderados" más inclinados a devolver a su país a la comunidad de naciones. El poder real en Irán, puntualizado por el ascenso de Ahmadinejad como presidente, es hoy la Guardia Revolucionaria.

Durante los últimos años, la Guardia se ha convertido en el gobierno en muchos sentidos. Ibrahim Asgharzadeh, ex oficial de la IRGC, afirma que la nueva élite político-militar ha llevado a cabo un tétrico y sangriento golpe de estado. Mientras el anterior presidente Mohammed Jatami recorría el mundo intentando impresionar a las audiencias occidentales con citas de Hobbes y Hegel, la Guardia construía una impresionante red de ciudadanos por todo Irán y creaba dos organizaciones políticas fachada: la Usulgara (fundamentalistas) y los Itharis (los que se autosacrifican), atrayendo a una generación de oficiales militares más jóvenes, empleados públicos, directores e intelectuales. En el 2002, la red se hizo con el consejo municipal de la ciudad de Teherán y colocó a Ahmadinejad como alcalde. Dos años más tarde él emergía como candidato presidencial de la Guardia, imponiéndose al anterior presidente, Alí Akbar Hashemí Rafsanjani, un mulá cum empresario de nivel medio que representaba a los extintos mulás de la vieja guardia. Todos éstos acontecimientos nos hacen recordar a los cambios de emperadores romanos por iniciativa de la Guardia Pretoriana, así que los iraníes no han inventado nada.

La victoria de Ahmadinejad es el comienzo del final de la dominación de los clérigos. Es el primer no mulá en convertirse en presidente desde 1981. Poseedor de un doctorado, también es el mejor formado de los seis presidentes islámicos hasta la fecha. Su procedencia humilde y discurso populista le han proporcionado una base genuina, especialmente entre los pobres que se sienten abandonados por líderes religiosos corruptos.

Ésas son las buenas noticias. Las malas son que, de poder esperarse algo, es de esperar que sea un enemigo bastante más formidable de Occidente — y de América en particular. Hace un mes, el General Safavi declaraba ante una audiencia de oficiales navales veteranos que la misión de Teherán era "crear un mundo multipolar en el que — Irán desempeñe el papel de liderazgo" en favor del islam. Recientemente Ahmadinejad daba a conocer una de las declaraciones de intenciones de un gobierno más ambiciosas en décadas, declarando que el objetivo último de la política exterior de Irán es nada menos que "un gobierno para el mundo entero" bajo la directiva del Mahdi, el Imán Ausente de los chi´íes — mensaje en código para la exportación del islam radical. En lo que respecta a la única potencia capaz de desafiar esta visión, USA , se encuentra en sus "últimos estertores", una potencia ofuli (en decadencia) destinada a ser reemplazada por el toluí (ascenso) de la República Islámica. La dominación geopolítica de Oriente Medio, afirmaba inequívocamente el pasaje, es "el derecho indiscutible de la nación iraní".

Puede que los occidentales se vean tentados a despreciar esto como un despliegue militar retórico ostentoso. No lo es. Irán siempre ha jugado un papel preponderante en la historia islámica. Es una de las únicas dos naciones musulmanas que nunca fueron colonizadas por los imperios occidentales. Ocupó una posición central dentro del "arco islámico" que se extiende desde el Océano Atlántico hasta el Índico. Posee la mayor economía y el ejército más fuerte del mundo musulmán; se asienta sobre enormes reservas de riqueza petrolera en rápido encarecimiento. El único país musulmán restante capaz de rivalizar con él — Turquía — ha decidido abandonar el mundo musulmán y unirse a la Unión Europea.

El escenario queda así fijado para una confrontación con USA. Irán confía en poder ganar, y la historia no le ha dado muchos motivos para temer lo contrario. Radicales estudiantiles como Ahmadinejad contemplaron en 1980 cómo Estados Unidos no hacía nada aparte de decretar débiles protestas diplomáticas a causa de la captura de su embajada. ¡Vieron a Ronald Reagan cumplir los notorios dictados del ayatolá Jomeini! — "¡No hay ni una maldita cosa que América pueda hacer!" — cuando suicidas libaneses reclutados por Teherán asesinaron a 241 Marines cerca de Beirut en 1982. Clinton habló de sanciones, pero después se disculpó por "errores pasados" sin especificar.

Incluso la guerra de George W. Bush contra el terror, que preocupó inicialmente a los mulás, se ha convertido en su ventaja estratégica. Los enemigos a ambos lados — los Baazistas de Bagdad y los talibanes de Kabul — ya no están. La expulsión de Siria del Líbano bajo presión norteamericana ha dejado a Irán como principal influencia exterior en el país. La defensa de la democracia por parte de Bush ha minado a los aliados tradicionales de Washington — y rivales de Irán — como Arabia Saudí o Egipto. "Los americanos tienen su presunto plan del Gran Oriente Medio", decía recientemente el Líder Supremo Alí Hoseini Jamenei en un discurso. "Nosotros, también tenemos nuestro plan para la región".

Ahora llega el tema nuclear. La UE suspendió recientemente las negociaciones después de que Teherán reanudara su programa de conversión de uranio, incluso mientras la Agencia Internacional de la Energía Atómica publicaba un informe la semana pasada concluyendo que las trazas de uranio encontradas en Irán hace dos años procedían de equipamiento contaminado suministrado por Pakistán — un descubrimiento que figurará en grande cuando la Asamblea General de la ONU se haga cargo del tema en setiembre. Mientras tanto, América tiene aún por desarrollar una política coherente con respecto a Irán, aparte de permanecer al margen o criticar a otros que intentan hacer frente a la amenaza de rápida emersión.

Las perspectivas de resolver el pulso nuclear no son buenas. La nueva élite iraní se siente libre para hablar abiertamente, porque están convencidos de que América saldrá pronto de la región. Lo más probable es que la estrategia de Irán sea esperar a que Bush se vaya, atascar las negociaciones mientras desangra a América al máximo en Irak y Afganistán, trabajar para evitar un acuerdo en Palestina y sabotear las esperanzas norteamericanas de un Oriente Medio democrático. Los sustitutos de patrocinio iraní podrían intentar hacerse con el poder no sólo en partes de Irak y Afganistán, sino también en Azerbaiyán y en algunos estados del Golfo Pérsico. Con respecto a Washington, puede que los neocon sueñen con un cambio desde dentro — pero las posibilidades de que suceda, particularmente con el control de la Guardia sobre el ejército y las fuerzas de seguridad, son casi nulas.

La situación no es irremediable. La diplomacia hábil podría producir medidas menos drásticas. Eso no desarrollaría una "gran oportunidad" del tipo que esperaba Clinton, en la que Irán abandonaría su programa nuclear o el patrocinio del terrorismo a cambio de mejores relaciones y garantías de seguridad por parte de USA. En lugar de eso, sería más una mini-oportunidad sobre temas en los que Washington y Teherán pueden perjudicarse mutuamente. Tal curso no era practicable antes, principalmente porque la directiva religiosa de Irán estaba dividida entre facciones que saboteaban las políticas de los otros. Pero con la Guardia al mando, puede ser posible un diálogo.

El problema es que Teherán no siente presión. Gracias a los crecientes precios del petróleo, Irán está ganando casi 200 millones de dólares al día, y ahora puede aportar montones de dinero a los problemas sociales y económicos. Lo que es más importante, la campaña presidencial norteamericana del 2008 pronto se caldeará, desviando la atención de los problemas exteriores que los votantes norteamericanos (y los legisladores) preferirían ignorar. En el ínterin, Irán dispondrá, o estará cerca de disponer, de sus primeras bombas atómicas. El próximo presidente norteamericano puede encontrarse en la posición poco envidiable de o bien ofrecer a Irán una "ganga" incluso mayor, o afrontar una guerra mucho mayor contra un adversario mucho más grande que Afganistán o Irak. Puede que el profesor Huntington, mientras tanto, desee examinar la ley de consecuencias involuntarias.

Referencias: Amir Taheri, S. Huntington, D.Pipes, Estado de Situación del Medio Oriente (Departamento de Estado USA)

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