sábado, 25 de octubre de 2008

INTELIGENCIA, GOBIERNO Y DECADENCIA

INTELIGENCIA, GOBIERNO Y DECADENCIA



DESORDEN ESTRUCTURAL



La causa formal de la decadencia de una sociedad o institución, la causa principal, la intrínseca y especificante, no es otra que la “confusión de las personas” o desorden estructural.



La sociedad en definitiva se compone de personas; y su descoyuntamiento, por ende, se produce cuando las personas son desplazadas de su propio lugar social, y puestas donde no deberían estar.



Para ilustrar este despatarro, conviene recordar la división de las personas, socialmente consideradas. En efecto, trasladando a lo sociológico la pirámide del poder, hay cuatro estratificaciones sociales que configuran una especie de pera, que si están en buen orden y figura, estructuran una sociedad asentada y próspera; mas lo inverso en caso contrario. Estas estratificaciones son:



● Los creadores



● Los asimiladores



● Los realizadores



● Los brutos



La primera capa está constituida por los varones de invención, originalidad y conquista; casi siempre personalidades aisladas y difíciles —al juicio de los “brutos”. Cuando esta capa no existe, la sociedad se atrasa; pero mucho peor es cuando la pera está invertida, y su cúspide está oprimida por la masa amorfa —cuyo ínfimo límite son los tarados y los amorales—; y entonces sobrevienen la confusión, la anarquía o la tiranía.



Suprimid los creadores en una sociedad, y ella no puede ir adelante, tiene que caer. Y para suprimirlos el remedio es sencillo, basta ponerlos en el último lugar, abajo de todos.



Como ejemplo de este desorden estructural tenemos que en la Argentina existe una pseudo clase dirigente, que es mala; es inapta y renegada; traidora incluso en muchos particulares della, es decir, “entregadora”.







PRE-EXCELENCIA DEL PENSAMIENTO



La doctrina de Santo Tomas acerca de la inteligencia en la sociedad establece la pre-excelencia del pensamiento.



El fin de la multitud, como el fin del individuo, es el pensamiento. Como en el individuo la inteligencia es “la porción más preciosa”, del mismo modo en la humanidad los doctores y los pensadores están en primera fila.



Los más nobles contemplativos son los doctores, es decir, los iluminadores; los que, alumbrados ellos mismos, son capaces de alumbrar a los otros del rebalse de su contemplación. Tales son los obispos, los teólogos, los profesores, los predicadores.



Santo Tomás busca los nombres más excelsos para realzar la dignidad del sabio que enseña en nombre de Dios, como es el obispo (cuando el obispo es un sabio, como solían ser en su tiempo) o, cuando menos, sabe servirse de los sabios.



El obispo y el doctor en teología, cuyo influjo abarca lo universal, tiene la acción arquitectónica. Su deber es cuidar de los fines y de los principios; su vista debe ser capaz de abarcar las grandes líneas y las cosas hacederas antes de que estén hechas.







INTELIGENCIA Y VOLUNTAD

Los creadores representan la actividad intelectual en su grado íntegro y desbordante.



Los realizadores o ejecutores representan la actividad volitiva, bajo el influjo de los creadores. Son los hombres de acción; que dejados solos no pueden ir muy lejos, porque no pueden ver muy lejos.



Retomando el ejemplo de Santo Tomás, el buen obispo no es aquel que es un “primer párroco”, un párroco grande, un párroco con mayor parroquia. Su trabajo es de esencia distinta, como la del arquitecto respecto al oficial frentista.



La idea que debe regir la sociedad no es la idea técnica o sistemática, o —peor aún— la idea despegada de lo real; sino la idea vitalizada, la idea profunda, la idea inmanente, enraizada al querer, que será tanto más rica y real cuanto más imperio alcance sobre todo lo que en el hombre no es espíritu.



El ordenar pertenece a la inteligencia. Por inteligencia entendían los antiguos, no la razón ni el discurso, (que en el hombre de acción puede darse muy vigente), sino la intuición de los principios, y, por ende, la síntesis sistemática de la doctrina: el saber completo de las causas ultimas.



Sin embargo, los creadores sin los hombres de acción, sin los realizadores, son como cabezas sin brazos; pues aunque nada impide que un genio intelectual sea también un hombre de acción, en la práctica, y dada la limitación humana, el “exessus intellectus” pone trabas a la actividad ejecutiva, dirigida a lo contingente, a lo práctico, a lo posible.



Es importante establecer las relaciones entre el pensamiento y la acción. Es necesario marcar los fueros de la voluntad y el campo del “hombre práctico”, o sea del ejecutor o realizador, para no caer en un resbaloso racionalismo político.



Sin embargo, estos hombres “prácticos”, los hombres de acción o conductores (dejando de lado a los practicones y a los “briosos sin luces”) deben estar bajo el régimen, control o influjo de los hombres de gran poder intelectivo.



De la falta de este orden racional y natural se siguen las tan notables faltas en nuestros días.







INTELIGENCIA Y GOBIERNO


En el caso de un rey no genial, la inteligencia gobierna lo mismo por medio de los sabios consejeros a los cuales el rey naturalmente se remite, como lo hace todo simple que no sea insensato.



Un hombre simple o sin letras, en un gobierno pequeño y con una gran dosis de virtud y humildad puede hacerlo pasablemente y hasta muy bien.



Pero un gobierno gobierno necesita per prius y de entrada la inteligencia y después la virtud; la virtud mínima necesaria para que no se corrompa la inteligencia, a la cual formalmente compete el regir: Intelligentis est ordinare.



Santo Tomas llama enérgicamente a la inversión de este orden “monstruosidad” (De Anima, Lección XIX).



¿Qué ha pasado en nuestros días? A causa de esta falta de orden racional et natural, la sociedad se encuentra peligrosamente convulsionada. Y aquí tocamos la raíz del mal: en todo el mundo moderno, la contemplación ha sido puesta por debajo de la acción, que es como decir ha sido suprimida o pervertida.



Santo Tomas proclama en consecuencia, aun en el dominio temporal, un “gobierno de las luces”, y califica de “monstruosidad”, de “desorden”, de “aberración” que se dé el caso (tan frecuente) de “uno que preside no por preeminencia intelectual”, sino por brío de voluntad, dinero, violencia, color de falsa piedad, artimañas, vivezas o fraude.



“Aquellos hombres que descuellan en actividad operativa es preciso que sean dirigidos por los que en actividad intelectiva descuellan; porque así como en las obras de un individuo el desorden surge cuando la actividad sensual dirige a la intelectual, del mismo modo, en el régimen colectivo el desorden se origina de que alguno está mandando no por preeminencia intelectual”.



De donde la disyunción entre si de estas dos clases (creadores y realizadores) origina parálisis; y su inversión (por la cual los prácticos y enérgicos son puestos encima de los inteligentes) origina decadencia, como empezó a pasar desde el siglo XVII en el mundo e incluso en la Iglesia.


¿Qué es peor, un gobernante malvado o un gobernante tonto?



Si damos a tonto el significado de cortedad de ingenio, es decir de pocos alcances naturales, mente “poco amueblada”, de reducido campo lumínico, salen inmediatamente las siguientes notas caracterológicas:



● Tonto = ignorante.



● Simple = tonto que se sabe tonto.



● Necio = tonto que no se sabe tonto.



● Fatuo = tonto que no se sabe tonto y además quiere hacerse el listo.



● Insensato = tonto que no se sabe tonto y además quiere gobernar, o hacer que gobierna a otros.



Esta última variedad es la tremenda; mientras las dos primeras no son malas, y hasta con ciertas condiciones fueron amadas por Cristo.







REPETIDORES Y MEDIOLETRADOS



Hemos definido el lugar que ocupan los creadores y los realizadores. Veamos ahora donde se sitúan los asimiladores o repetidores.



Doctor significa sabio, erudito. Antaño, el doctor era el capaz de enseñar una ciencia, o bien todas las ciencias armadas en sabiduría. Doctor significa “enseñador”.



Filósofos no son los que repiten ideítas o esquemitas o sistemitas de otros; filósofo es el hombre capaz de pensar la realidad presente y digerirla en proposiciones abstractas claras (sistemáticas), convincentes (demostrables) y practicables (vitales).



Los doctores tenían bajo si a los repetidores.



El repetidor es un hombre con facilidad y fluencia de palabra; capaz de captar rápido las ideas, explanarlas, exponerlas, hacerlas interesantes, vulgarizarlas.



Las doctrinas difíciles de los maestros, en boca del repetidor devienen fáciles; las oscuras se vuelen claras; las técnicas y duras se hacen amenas; las diversas se homologan y contactan.



El maestro sabe las cosas como son, y no sabe el modo de decirlas lindo. El maestro tiene fondo, y el repetidor tiene forma.



El repetidor es necesario; pero antaño dependía del maestro, del hombre enamorado de la Verdad, absorto con ella, distraído, desatento y desdeñoso.



Santa Teresa aconsejaba a sus monjas tener “confesores letrados”, y desconfiarle mucho a los “medioletrados”, los cuales –dice– me han engañado hartas veces”.



Por lo tanto, en tiempos de la Santa, era posible, incluso a monjas sencillas, distinguir los letrados de los semiletrados.



Pues bien, he aquí la diferencia capital de aquellos tiempos con el nuestro. En nuestro tiempo ya no es posible; y de esto nacen muchos males.



En aquellos tiempos los letrados eran raros (en el sentido de escaso y de precioso); y ser letrado o doctor era una cosa seria.



¿Qué ha pasado en nuestra época? El repetidor tomó los comandos y los doctores dependen de él, y deben estudiar para suministrarle “ideas”.



Encontramos aquí el mismo problema que hemos evocado a propósito de la inversión de valores entre los creadores y los realizadores.



El repetidor, bautizado “conferencista”, divierte a la gente; y la gente paga a quien le divierte, no paga a quien lo educa o lo salva.



El mundo moderno se ha especializado en la producción de medioletrados, y eso en tal cantidad que ya no es posible distinguir entre ellos al Letrado.



La mistificación constituye una de las más agudas epidemias mundiales; y eso pasa cuando en las letras mandan los medioletrados. La mistificación es una de las clases de mentiras mas peligrosas, peor que la moneda falsa.



En suma, el intelecto que debe regir la sociedad no es el intelecto de los actuales “intelectuales”, sino el Saber, la Sapiencia, la Sabiduría que abarca desde el humilde sentido común —abajo— pasando por la cordura —al medio— hasta la visión o intuición creadora.



Se podría preguntar qué lugar ocupan los falsos valores, es decir, los simuladores, los mistificadores, los sofisticados.



Si creadores y realizadores se definen por los que hacen; los asimiladores por los que reciben y los brutos por los que estorban, evidentemente los intelectualoides, los inteligentones y los inteligentuales se van al rango de los brutos.



En realidad ese tipo social, tan abundante hoy día, los inteligentones, intelectualoides e inteligentuales, son corrupciones de los creadores y de los realizadores, son “luciferinos”, que perturban y soliviantan con sus falsas luces al pueblo, originando su rebelión, y, en consecuencia “la confusión de las personas”, causa formal de la caída.



Pero eso no es evidente, puesto que no parecen brutos sino todo lo contrario, brillan con todos los fulgores de la mistificación y la “propaganda”: dirigen bibliotecas y casas editoras, son propuestos al público indefenso como maestros y guías de las naciones; y, en países dejados de la mano de Dios, hasta gobiernan la educación de la niñez y de la juventud.







LA RAZA INFERIOR


Estamos en el tiempo del triunfo de los mediocres y de los tunantes.



Sin embargo, es bueno recordar que cuando el mediocre está en su lugar, no hace daño alguno; al contrario, es el tejido general de la sociedad, el tejido leñoso sin el cual no hay fruto ni flor: son los asimiladores y realizadores.



El que temible es el mediocre engreído, el “tunante”. Y todo mediocre con mando es casi necesariamente engreído; es decir, necio e insensato.



Armémonos de paciencia, porque este problema no tiene solución mientras dure el triunfo de la raza inferior: la rebelión de las masas, la demagogia, la decadencia de Occidente, el tiempo del hombre prometeico, o como quieran llamarlo.



Pereda vio este fenómeno en España y lo definió, aunque no llegó a su causa última.Vio microscópicamente la urdimbre de la “revolución” (de la “Subversión”, como corregiría Mahieu) en una fingida aldeúca castellana de 300 habitantes, Coteruco del Valle. La subversión total y repentina de Coteruco se produce par la acción de cuatro “pseudos” (tres bribones y un “idiota útil”) que se erigen en mandatarios par malas artes y apoyados desde afuera, es decir, desde Madrid, derrotando tan completa como inesperadamente a “los buenos”. En el fondo, el poder social estaba vacante y vacío; y la autoridad, en manos de “pseudos”, no tenía legitimación (…)



Cuando Francisco Suárez en el siglo XVII opuso el intelecto práctico al especulativo y lo puso por encima, llevó el cuchillo a la garganta de la tradición occidental.



Muy pronto la filosofía de Suárez devino la filosofía del Imperio e influyó en toda Europa, y en España hasta nuestros días.



Sospecho que la actual decadencia de la Compañía de Jesús comenzó cuando se puso en práctica la idea de Suárez en la elección de superiores, prefiriendo para ello a los “prácticos”, o sea a los “briosos y sin letras”.



Pereda, en su obra ultima, intento definir el remedio: hombres ilustrados e íntegros que tomen prácticamente el mando de toda la comunidad al margen de los “pseudos” (las autoridades legales oficiales e ilegítimas), que cultivasen y orientasen los pueblos, o sea, la creación de una nobleza parafeudal; los cuales se reunirían todos instintivamente en el caso de una conmoción.



Sin embargo se le escapa todavía a Pereda el último principio unitivo, que es la contemplación.



Lo malo del mundo de hoy es que está lleno de sotas a caballo: sotas de oro, sotas de basto, sotas de copa y sotas de espada. Quién sabe por qué razón, nuestro tiempo está plagado de petisos montados en tremendos frisones, que lo pisotean y lo atropellan todo, porque siendo miopes, ni siquiera ven lo que tienen ante las patas. No respetan cercos, se meten en todas partes, matan ovejas, arruinan sementeras, espantan los pájaros, trotan donde hay música y a veces atropellan un niño, una mujer o un obrero absorto en su trabajo.



El aparato de selección humana, el “movimiento que pone a los hombres en su lugar”, nunca ha funcionado en el mundo sin deficiencias; pero ahora parece no funcionar o funcionar al revés.



¿Cuál será la causa de este gran desbarajuste? Esto que pasamos y vemos no es necesariamente, ni puede ser, una cosa substancial, sino accidental, histórica, no esencial: una crisis.



“Estamos en una crisis tal, que parecería que nada se puede arreglar si no se arregla todo”, escribió Maritain. Entonces, si solamente por Jesucristo puede resolverse la crisis de nuestra civilización, eso significa la Segunda Venida de Cristo; precedida, eso sí, del hórrido desencadenamiento del falso-Superhombre…



No hay otra civilización más que la nuestra, que está ahora asediada y en guerra.



No hay otra posición posible para el occidental, que la aguerrida y heroica: salvarla o morir con ella.



Por donde se ve que el drama de la raza inferior tiene su intríngulis; y no deja de tener atinencia no oculta, sino clara y directa, con él drama de la época y del mundo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Comienza la implosión del sistema capitalista

Comienza la implosión del sistema capitalista









Decir que en estos días estamos asistiendo a un colapso implosivo del sistema financiero global es muy poco decir. En realidad, presenciamos el primer indicio de eso que el gran teórico incorrecto francés Alain de Benoist venía advirtiendo desde hace años: que el final del sistema capitalista no sería explosivo, sino implosivo; es decir, que se iba a derrumbar sobre sí mismo, camino en que ya lo precedieran los comunistas. Como en el caso ruso, nadie esperaba que el punto de fractura se presentara tan de improviso, pues las previsiones menos optimistas lo situaban no antes de transcurridos unos cien años. Lo que tienen en común es que ambos sistemas implotaron por meterse en una guerra, en el mismo lugar, y no saber salir a tiempo.Tienen en común también que los rusos terminaron muy mal la guerra y los americanos la terminarán mal, muy mal (en términos políticos), a pesear de haber tenido el ejemplo de Vietnam.

A diferencia del desmoronamiento soviético, sin embargo, ahora parece imponerse la sensación de que no ocurre nada, no sólo en USA sino en todo el mundo. Casi nada, dirían algunos: desde fechas recientísimas se puede afirmar con rigor la inviabilidad del sistema capitalista, una inviabilidad que pone de manifiesto su incapacidad para sostenerse a largo plazo sin el apoyo del Estado, ese gran Leviatán que los ultra liberales aborrecen y al que atribuían la extensa nómina de nuestros males cotidianos, y que el 90% es cierto pero el 10% que falta es nuestra culpa.

Uno mira a su alrededor, compra el dierio y consulta a los amigos Económistas para buscar una respuesta a la cuestión que verdaderamente importa: y ahora, qué. La conclusión llama a la perplejidad: ahora nada. La teoría del libre mercado ha quedado falseada por la experiencia, pero hemos decidido seguir adelante como si funcionara correctamente, como si la ficción de unas fuerzas económicas capaces de suplantar la acción Estado en la búsqueda del bien común (llámese progreso, bienestar o como se quiera) mantuviera incólume su antiguo prestigio.
Sin sonrrojarse, nuestros políticos insisten en el pegajoso sonsonete del valor de las privatizaciones , nuestros empresarios en la fórmula salvadora del abaratamiento del despido, y todos al unísono vuelven sobre las viejas recetas, pero careciendo ya, visto el colapso financiero, de todo poder de convicción en cuanto a su validez teórica real, de forma que no les queda sino recrearse vanamente al menos en su probada capacidad para infligir sufrimientos gratuitos a las personas y a la sociedad: competitividad (que es sólo un eufemismo para ocultar el rostro siniestro de la explotación humana usado tanto por comunistas como por capitalistas), intensificación de la jornada laboral, moderación salarial, movilidad geográfica y funcional, y un largo etcétera de refinadas técnicas psicológicas de deshumanización del trabajo.


Pero políticos y empresarios están en la "nómina" del Sistema y de ellos no cabría haber esperado nada diferente. Más lamentable es el silencio de la sociedad civil. El silencio cómplice de los sindicatos, centrados en la gestión cedida por las empresas de gigantescos fondos de pensiones o en la implementación de cursos de formación(de política oficialista) subvencionados por el Estado; sindicatos inexistentes, en muchas ocasiones, como estamos hartos de verlos. Silencio de los militantes antisistema que, aturdidos por densas nubes de humo de cannabis y decenas de litros de alcohol dedican sus energías a una estéril caza de ectoplasmas para alimentar el mito fundador de su lucha “antifascista”. Silencio de los propios fascistas y/o neofascistas comme il faut, si es que alguno sobrevive, al tiempo o a las seducciones del Sistema, para quienes estaría sonando la hora del desquite con el fracaso técnico de aquellos movimientos políticos de masas del siglo XX (comunismo y liberal-capitalismo) que les robaron a sangre y fuego, bajo huracanes de acero y explosivos, su lugar bajo el sol. Silencio de los ecologistas, en fin, que después de percibir entre los más madrugadores los primeros indicios de alarma ni siquiera han hecho uso de la privilegiada tribuna que les ceden los medios de comunicación internacionales para plantear alternativas políticas globales, contentándose con actuaciones micro centradas en la preservación del hábitat natural de éste u otro bicho concreto en peligro de extinción, o en estupideces como la improbable contaminación de la planta de Botnia.

Todos miramos, con cara de bobos, confiando aún en que los que mandan, que son los mismos que han conducido hasta ésta situación económica insostenible, nos digan que es lo que tenemos que hacer, acongojándonos ante la negra perspectiva de que las cosas vayan todavía a peor.
A fin de cuentas, pensamos, la cosa no ha sido para tanto. Bien mirado, la tensión entre el mercado y el Estado no es más que una fruslería teórica barata que sólo afecta a las insondables mentes de los teoretas. Es cierto, sí, que nuestros impuestos estaban destinados a otra cosa que a salvar la cara de quienes han estado jugando con nuestra confianza: a incrementar los ratios de calidad en la sanidad, en la educación, en la seguridad ciudadana, en las infraestructuras viales. Es cierto, también, que nos han robado a dos manos: una por vía de los ahorros colocados en las grandes operaciones financieras que develará seguramente el próximo gobierno, y otra por vía impositiva (llámese IRPF), pues del bolsillo del contribuyente –y no de una mágica galera– van a salir los costos que van a gastar los Estados para tapar las goteras de los grandes expertos en inversión. Sin embargo, todo lo vivimos con candidez, con una inagotable indulgencia, creyéndo tal vez que es un justo precio por los elevados índices de bienestar y de libertad que el Sistema, graciosamente, nos ha deparado.

Quizás esté contenida en esta imagen la auténtica cuestión que debemos plantear: la necesidad de poner en duda si, en efecto, habitamos el mejor de los mundos posibles. En otras palabras, si éste bienestar y esta libertad merecen en realidad todos los sacrificios que se nos imponen: jornadas inacabables, luchas continuas y diarias para mantener puestos de trabajo, esa sucesión de renuncias elementales para llegar a fin de mes, el dimensionamiento de nuestras familias en función del tamaño de nuestro salario, esa articulación ficticia de la vida a imitación de los ritmos y los rendimientos mecánicos de las máquinas.

¿No se tratará de una contrapartida demasiada elevada para los bienes que recibimos a cambio? Porque, a fuer de sinceros , ¿en qué medida podemos considerarnos hoy individuos verdaderamente libres y prósperos?

Lo que ha pasado hasta ahora es el comienzo de la implosión; sobrevivirá aquel que esté más adaptado a los cambios: la Ley de la Selección Natural de Charles Darwin se cumplirá al pie de la letra....y no será el más ventajero, el que tenga más "viveza criolla": será la o las personas que estén más informadas, los más cultos, los que no le tengan miedo a los cambios y los que estén dispuestos a juagárse a cara o cruz.
Y en éste momento el poema axiomático de Ruyard Kipling debería llamarnos a la reflexión, simple y profunda

Si...

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila

cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en tí mismo una fe que te niegan

y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto sin fatiga en la espera;

Si engañado no engañas.

Si no buscas más odio que el odio que te tengan.

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.

Si, al hablar, no exageras lo que sabes y quieres.

Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo.

Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si tropiezas en el Triunfo, si llega tu Derrota

y a los dos impostores los tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado

a pesar del sofisma del Orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,

aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría

tus ganancias de siempre a la suerte de un día,

y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea

si decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan

aún después de su fuga de tu cuerpo en fatiga

y se agarren contigo cuando no quede nada,

porque tú lo deseas, y lo quieres y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.

Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.

Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida.

Si todos te reclaman y ninguno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto

de sesenta segundos que te lleven al cielo...

Todo lo de esta tierra será de tu dominio,

y mucho más aún: serás Hombre, hijo mío




(Sugerencias para responder: decida previamente el lector si prefiere acudir al socorrido recurso de comparar nuestra época con las de grandes penurias del pasado, o si opta por hacerlo con los horizontes de libertad y de bienestar que la creatividad y la imaginación ínsitas en nuestra especie, ponen al alcance de la mano, a condición de empeñarnos en la tarea de diseñar sin hipotecas del pasado nuestro futuro común.)

Hace mucho tiempo que no escribo en el foro, pero la serie de inexactitudes, de desconocimientos elementales de política, filosofía, ética y sobre todo la falta de información que se ha demostrado, me parece vergonzosa.
Se supone que somos un foro de gente con cierto nivel cultural y que puede discutir civilizadamente un hecho que se recordará por siglos.....leo los mensajes y siguen siendo lo de siempre: superfluos.
Piensen, planifiquen, inventen....porque cuando llegue el guadañazo no va a tener piedad.

Alvaro Kröger