viernes, 8 de agosto de 2008

De Paranoia y Esquizofrenia

De Paranoia y Esquizofrenia
* Alvaro Kröger


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La paranoia es una psicosis caracterizada por la vanidad, la desconfianza y la inquietud. La esquizofrenia es un desórden psíquico caracterizado por la incoherencia mental, generalmente traducido en una desconexión con la realidad.
Es evidente que hay grados y grados de ambas dolencias y casi todos los humanos de una forma u otra las hemos sufrido; algunos las superan , otros no y otros se dejan vencer por ellas.

El genial Carl Sagan decía que todo ser humano, si quería triunfar en la vida debía tener una pizca de paranoia, en especial si ese ser humano era un científico o un técnico. ¿Porqué? La vanidad (estamos hablando de lo que dijo Sagan) nos permite superarnos a nosotros mismos para tener el orgullo íntimo de haber hecho algo bien. La desconfianza, para nunca estar seguros de lo que hacemos hasta probarlo y que la idea que plasmamos realmente funciona como la diseñamos y la inquietud es para tener esas fuerzas que tienen los científicos y técnicos para investigar ideas nuevas, aunque parezcan descabelladas.

Por el contrario, la esquizofrenia es un desorden psíquico que desconecta al que la sufre de la realidad. Generalmente, si no es un caso grave, el esquizofrénico es un ser aparentemente normal, pero un una idea focal, la cual es el centro de su vida y todo gira en torno a esa idea.

En general son los políticos radicales, los religiosos radicales y los que se creen más realistas que el rey.

Si nos ponemos a estudiar las conductas humanas y en especial las conductas sociológicas veremos que la esquizofrenia es un desorden bastante difundido. El caso más común es el patrioterismo, que es un alarde excesivo e inoportuno de patriotismo.

Ser patriota es el que le tiene amor al conjunto de personas que están asociadas entre sí voluntariamente y asentadas en un territorio (Nación), que procura serles útil.

Poner como punto focal el patriotismo se transforma en patrioterismo; máxime cuando una crítica constructiva se la toma como agravio personal.

Lamentablemente nuestro país ha sufrido medio siglo, y sufrirá bastantes años más una decadencia socio-económica que ha provocado la emigración de cerca del 20% de su población productiva y educada. Esos emigrantes ya han rehecho sus vidas en otro país y no es muy probable que quieran volver a empezar nuevamente en un Uruguay dónde todo es difícil, complicado y especialmente con la mentalidad derrotista de: "somos así.... ¿que le vamos a hacer?". Como hacer se puede hacer muchísimo más de lo que todos pensamos. Lo que nos tranca el avance no son los intereses extranjeros, la deuda con el FMI, ni la capacidad de nuestros ciudadanos; lo que nos impide avanzar somos nosotros mismos, porque usamos una conocida ley física que dice que cualquier fluido irá por el camino dónde tenga menos resistencia o lo que es lo mismo menos gasto de energía, o para este caso concreto ¿para que vamos a esforzarnos si así sobrevivimos?

La tan mentada "Tacita de Plata", es un mito urbano; jamás fuimos ni seremos un país próspero si de nuestra parte no ponemos algo; y para poner algo hay que empezar por cambiar la mentalidad.

La mentalidad de un pueblo no se cambia por decreto ni modificando la Constitución, ni interpretando la Biblia, el Corán o el Talmud. El cambio de mentalidad de un pueblo es un cambio colectivo de ese grupo de gente que se asoció voluntariamente en un territorio.

Y las experiencias de otras partes, las críticas constructivas, los aportes intelectuales que puedan trasmitirnos nuestros compatriotas desde otros lugares seguramente nos evitarán muchos errores, nos harán ahorrar tiempo y posiblemente nos ayuden a hacer las cosas mejor que en otras partes. Pero para eso hay que tener la mente abierta, no ser esquizofrénico; no tener la mente focalizada en un sólo punto sino en cientos de puntos y tener la valentía de aceptar los errores sin colgárselos a la administración anterior, al jefe que se fue o al que no está en el país. Y sobre todo hay que tener la valentía de decir la verdad, la pura y cruda verdad.

Soy conciente de que soy muy criticado porque digo la verdad, o por lo menos lo que para mí es la verdad, sin anestesias, sin "dorar la píldora", y para muchos eso es demasiado brutal. Pienso que si es la verdad por brutal que sea debe decirse y no hacerlo parabólicamente, con citas de personajes antiguos, pasados de moda, cuya realidad no es la nuestra. Me podrán criticar que yo uso citas de grandes pensadores romanos, pero esas citas se adecuan perfectamente a nuestro tiempo, porque los romanos eran fanáticos de la verdad, y tenían un lenguaje claro, justo, militar. En latín no hay ambigüedades hay declinaciones.

Los hombres y mujeres que se fueron no van a volver jamás, por más que quieran al país: es mucho más fácil adaptarse a vivir mejor que a vivir peor, y por el momento no vemos ni un sólo signo de que el Uruguay esté empezando a mover las ruedas para comenzar a carretear.

Si un ciudadano de la República en todo su derecho, hace un comentario definiendo un problema, y da la solución, no sólo no debemos criticarlo, sino que tenemos que agradecérselo; porque ese problema todos lo sabemos, todos lo vimos y ninguno tuvo la honestidad intelectual de decirlo. Cuando lo hace otro le caemos con el hacha......no, no, de ninguna manera. Si esa crítica la hubiese hecho una persona que no es ciudadano de la República, yo hubiese sido el primero en partirlo al medio, pero no es así.

Es muy cómodo que otros hagan las cosas por nosotros, que otros piensen por nosotros, que otros nos digan que debemos hacer. Ser el que piensa, ser el que dice o decide que es lo que hay que hacer es muy duro, no es para cualquiera; y es justamente este tipo el que tiene la capacidad de ver los problemas y dar las soluciones.

Entonces no critiquemos a quien viene a darnos una mano sin ánimo alguno de ofendernos ni de atacarnos, porque es un ciudadano de ésta República el que lo hace.

Y quién se sienta más patriotero que patriota, no tiene la autoridad moral para levantar una airada protesta porque un ciudadano haya definido y dado la solución a un problema.

Timeo hominem unis libri (Séneca)
(Sólo le temo a quién lee un sólo libro)

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