jueves, 26 de julio de 2007

La Mezquita Roja en rebelión

La Mezquita Roja en rebelión
Daniel Pipes



Imaginémosnos que existe un cuartel general islamista, con un estratega principal, encargado instaurar la ley islámica (el charia) íntegramente, por todos los medios disponibles, con el fin de crear un califato mundial. ¿Qué recomendaciones haría a sus camaradas al término de los ocho días de rebelión de la Mezquita Roja, a Islamabad, la capital de Pakistán?
Examinaría probablemente las seis décadas de esfuerzos islamistas para concluir que dispone de tres principales opciones: modificar el Gobierno, trabajar en el sistema o una combinación del dos.

Los islamistas pueden utilizar distintos catalizadores para apoderarse del poder ( se basan aquí en un trabajo de Cameron Brown titulado “A la espera del retorno: ¿en qué medida el futuro es inevitablemente islamista?")

Revolución, es decir, un levantamiento social de gran envergadura: no del tipo Irán en 1978-79, ya que es necesario reunir circunstancias especiales.
Golpe de Estado: no del tipo Sudán en 1989, ya que los dirigentes saben generalmente protegerse eficazmente.
Guerra civil: no del tipo Afganistán en 1996, ya que el Estado dominador y cruel aplasta generalmente las insurrecciones (como en Argelia, Egipto y Siria).
Terrorismo: nunca, puede causar daños masivos, pero no los cambios de régimen. ¿Se puede de verdad imaginar a un pueblo que agita la bandera blanca para someterse ante amenazas terroristas? Eso no llegó ni después del asesinato de Anouar El-Sadate en Egipto en 1981, ni después del 11 de septiembre a los Estados Unidos, ni después de los atentados de Madrid en 2004.
Sobre esta base, un estratega inteligente debería concluir que las tentativas de caída de los Gobiernos sólo dan raramente resultados. En cambio, los recientes acontecimientos indican que el trabajo en el sistema ofrece mejores posibilidades de éxito , basta mencionar aquí los éxitos electorales islamistas en Argelia (1992), en Bangladesh (2001), en Turquía (2002) y en Irak (2005). Pero la acción en el sistema tiene también sus limitaciones, como lo sugieren estos mismos ejemplos.

Mejor es comenzar por persuadir al enemigo por medios legales antes de apoderarse rápidamente del poder. La autoridad palestina (2006) salió bien del lío con algo de este estilo, con Hamas que ganó las elecciones y luego lanzó una insurrección. Otro ejemplo de este tipo de combinación acaba de desarrollarse en Pakistán.

El extenso complejo de la Mezquita Roja, también conocida bajo el nombre de Lal Masjid, se sitúa geográficamente en el medio de las instituciones del poder de Pakistán, presumen de sus viejas conexiones con la élite del régimen y tienen enormes madrasas para hombres y para mujeres. Pero, dándose vuelta contra sus benefactores, estudiantes armados de Kalashnikov y disimulados en burqas se enfrentaron la policía en enero de 2007 para impedirle destruir una construcción ilegal.

En abril, el suplente del imam de la mega-mezquita, Abdul Rashid Ghazi, anunció la instauración de la ley islámica (charia) “en las superficies colocadas bajo nuestro control” y establece un Tribunal islámico quién emitió por lo tanto dictados y juicios que entran en competencia con los del Gobierno.

Luego la mezquita envió grupos de estudiantes de los madrasas a las calles de Islamabad para hacer los oficios de policía al estilo de la vieja URSS, instituyendo así localmente un régimen local de estilo talibán con el objetivo último de extenderlo a todo el país. Los estudiantes cerraron peluquerías, ocuparon una biblioteca para niños, destruyeron negocios de música y de vídeo, atacaron supuestas casas de tolerancia y torturaron a los supuestos dueños de las mismas. Llegaron incluso hasta secuestrar policías.

Los dirigentes de la Mezquita Roja amenazaron con replicar con atentados suicidas si el Gobierno de Pervez Musharraf intentara limitar sus ambiciones de cuasi-soberanía. Las fuerzas de seguridad jugaron prudentemente, para no llegar a un efrentamiento sangriento. Los seis meses de confrontación alcanzaron la cumbre el 3 de julio cuando estudiantes de la mezquita, armados, algunos encubiertos , atacaron un puesto de control de la policía, saquearon Ministerios , incendiaron coches, causando 16 muertes.

Esta confrontación con el Gobierno contemplaba nada menos que su inversión, declaró el suplente del iman el 7 de julio: “Por Dios, creemos firmemente que nuestra sangre desencadenará una revolución islámica.” Así amenazado, el Gobierno atacó la mezquita el 10 de julio. Esta incursión de 36 horas permitió descubrir un verdadero arsenal compuesto de cinturones de explosivos, metralletas, cócteles Molotov, lanzagranadas y minas tanque .todo ello acompañado de instrucciónes de dirigentes de Al-Qaeda.

Musharraf calificó la madrasa de “fortaleza lista para la guerra”. En general, la rebelión causó más de un centenar de muertes directas.

Las mezquitas ya sirvieron para llamar a la violencia, para preparar operaciones y para almacenar armas, pero transformar las bases para un proyecto destinado a invertir un Gobierno crea un precedente. El modelo de la Mezquita Roja ofrece a los islamistas una táctica audaz, de la que harán probablemente uso, sobre todo si el último episodio, que tiene sacudido al país, desemboca en la caída de Musharraf.

Resumiendo, nuestro estratega islamista imaginario puede ahora desplegar una nueva táctica para llegar al poder.



Traducción: Nicolai Nicolaievich Romanov

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