lunes, 6 de agosto de 2007

Para salvar la guerra de Irak

Para salvar la guerra de Irak

El cuerpo político americano actual es dominado y polarizado por dos posiciones. Unos dicen que se pierde la guerra, por lo tanto que es necesario irse. Otros dicen que la guerra puede ganarse, por lo tanto que el ejército debe permanecer in situ.
Propongo cortar la pera en dos y adoptar una tercera vía. La ocupación es una causa perdida, pero la guerra puede ganarse. Pues, conserven las tropas aliadas en Irak, pero salgan de las ciudades.

Preví el fracaso de una ocupación militar dirigida por USA en febrero de 1991, exactamente después del final de Tormenta del Desierto en Irak, precisando que una odupación que durara más de algunos meses "conduciría probablemente a uno de los grandes desastres de la Política Exterior americana". Había llegado a esta conclusión observando que la población iraquí manifestaba "un fuerte resentimiento ante la presencia ocupante esencialmente americana". Consideré pues que, del mismo modo que la acción innoble de tiradores emboscados puede destruir todo el prestigio de una superioridad militar de alta tecnología, "la gran victoria obtenida por el Tomahawks, Tornadoes y Patriots no sería más ya que un lejano recuerdo".

En abril de 1991, añadí que "las tropas americanas serían rápidamente odiadas en una situación donde los Chiítas cometerían ataques suicidas y los kurdos reanudarían su rebelión mientras que los Gobiernos sirios e iraníes prepararían nuevas acciones de sabotaje contra la autoridad americana." Entonces, permanecer sería demasiado doloroso e irse sería demasiado humillante.""

Al primer semestre de la ocupación actual, en octubre del 2003, preveía que "la misión en Irak acabaría en un fracaso" porque la motivación de los iraquíes de deshacerse de las fuerzas de la coalición era ampliamente superior a la motivación de la coalición de permanecerse in situ. "la estabilización de Irak no tiene para los americanos, los ingleses y sus socios no musulmanes una importancia tal que pueda incitarles no doblegarse.

Hoy, la falta de voluntad (tanto de americanos y británicos que se sienten profundamente afectados por el futuro de Irak) impide a las fuerzas aliadas realizar la grandiosa ambición consistente en rehabilitar Irak. Al tocar a retreta, las críticas que se hacen eco de un humor nacional que aísla cada vez más a la administración Bush. Y esta tendencia va muy probablemente a persistir.

Pero el Presidente George W. Bush tiene razón en insistir que las tropas deben quedarse en Irak.

Por una parte, la credibilidad de USA está en juego. El país no puede permitirse esto que Victor Davis Hanson llama, con justo título, su primera fuga del campo de batalla. Los partidarios de la retirada precipitada se hacen ilusiones con éste tema. El senador George Voinovich (republicano de Ohio) afirma que "si todo el mundo sabe que nos vamos [ de Irak ], eso lanzaría el temor de Dios en su corazón", éste a quien Jeff Jacoby responde cáusticamente desde el Boston Glob: "nada asusta tanto a Al-Qaeda que los americanos jubilados."

Las tropas deberían permanecer en Irak por una otra razón aún más importante: Irak constituye una base sin igual para influir sobre la evolución del teatro de operaciones más inestable del mundo. Los gobiernos de la coalición pueden servirse de Irak para:

Contener o hacer retroceder los gobiernos iraní y sirio.
Garantizar el libre paso al petróleo y el gas.
Combatir a Al-Qaeda y de otras organizaciones terroristas internacionales.
Proporcionar una presencia benévola en Irak.
Por el momento, en cambio, las fuerzas de la coalición prácticamente no tienen tiempo de consagrarse a estos objetivos estratégicos, tanto se frenan en operaciones tácticas que son las menos aptas de realizar : mantener calles, mantener el suministro corriente eléctrica, protegerse de los ataques suicidas, defender la "Zona verde" y otras tareas menores.

Hago un llamamiento para que las tropas internacionales estén aligeradas de las cuestiones de las bombas artesanales, las trincheras urbanas y convoyes armados a reorganizarse en el desierto y la frontera, donde su equipamiento ultramoderno puede desempeñar un papel estratégico.

Eso implica que la coalición abandone la ambición excesiva que constituye un Irak democrático, libre y próspero para satisfacerse con un Irak seguro, estable y conveniente. Así pues, era prematuro e irrealista, en particular, celebrar elecciones en enero del 2005, 22 meses después de la caída del tirano. Los iraquíes necesitarán varios años, o incluso de décadas, para adquirir los usos sutiles de una sociedad abierta.

Derrocar a Saddam Hussein era un acto de saneamiento internacional a la vez realista y bienvenido, pero rehabilitar Irak con su población liberada, partida ideológicamente pide más voluntad de la que la coalición tiene. Ésta permitió a los Iraquíes tomar una nueva salida, pero no puede asumir la responsabilidad de la reconstrucción de su país.

Para concentrarse en el plan estratégico, la coalición debe pues distanciarse de la evolución iraquí interna y tratar a los iraquíes como adultos capaces de forjar su propio destino, y no como pupilos: no dar sermones a los dirigentes del país, no tratar sus parlamentarios como subalternos, y no animar a los socios locales a emigrar a Dinamarca o los Estados Unidos.

Es necesario mantener la cuerda tirante, pero cambiar de itinerario; reorganizar las tropas en el desierto, pero no dejar Irak.



Traducción. Nicolai Nicolaievich Romanov

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