viernes, 29 de junio de 2007

Un momento crucial para Turquía

Un momento crucial para Turquía
Daniel Pipes

Mi visita en Estambul esta semana tiene como decorado el desafío más importante puesto a la república laica turca desde su creación en 1923.

Fundada por Mustafa Kemal Atatürk durante el naufragio del Imperio otomano, debía hacerse como el modelo mundial. Atatürk impuso una la república, apareció en el apogeo de la confianza en Occidente, mientras que el ejemplo europeo padecía una serie vertiginosa de cambios, incluso las leyes europeas, el alfabeto latino, el calendario gregoriano, el uso de nombres personales de familias, el sombrero en lugar de fez, una monogamia, el domingo como día de descanso, la interdicción de los derviches, el derecho de beber alcohol y el turco como el lenguaje litúrgico.

Numerosas reformas tomaron fuerza y es inconcebible hoy volver a la escritura árabe o renunciar a los apellidos. Pero en general, el país reencontró los usos islámicos. La formación religiosa más intensiva en las escuelas y el número aumentado de mezquitas financiadas por el Estado va a la par con el crecimiento del número de mujeres con velo.

Esta evolución es debida a varios factores: la reacción previsible a los excesos de Atatürk; la democratización avanzada de Turquía, que permitió a las masas expresarse; el crecimiento demográfico más elevado de los de Anatolia, más bien escépticos delante de las reformas de Atatürk; y el aumento de islamismo que arrancó en medio de los años 1970.

Esta subida al poder se tradujo en una representación fuerte e islámica en el parlamento, la cual pasó de un solo asiento en los años 1960 a una mayoría de cerca de los dos tercios hoy, ayudada en esto por las particularidades electorales turcas. Por dos veces, partidos islámicos controlaron al Primer Ministro, en 1996-1997 y desde el 2002. La primera vez, la personalidad impetuosa y el programa abiertamente islamista de Necmettin Erbakan convencieron a los militares, a los guardianes de las tradiciones de Atatürk, de excluirlo del poder en un año.

Después de la caída de Erbakan, su exteniente, Recep Tayyip Erdoğan, fundó al partido de la justicia y del desarrollo (AKP), ahora al poder. Erdoğan y su equipo sacaron lecciónes del fracaso de 1996-1997 y adoptaron un paso mucho más prudente hacia la islamización. Ellos también dieron pruebas de competencia de gobierno administrando bien los asuntos de la economía, de la Unión europea, de Chipre y otros.

Pero el último mes, Erdoğan fue demasiado lejos escogiendo A Abdullah Gül, un socio próximo, para asumir la presidencia de la República. En el curso de una sucesión rápida de acontecimientos, Gul no llegó a obtener el quórum, la Corte constitucional anuló la elección, millones de partidarios de la laicidad descendieron a las calles, el ejército hizo alusión a un golpe y Erdoğan pronunció la disolución del parlamento. Nuevas elecciones para el parlamento y la presidencia deberían darse dentro de poco.

Las preguntas se superponen: ¿El AKP puede reconquistar a una mayoría de las bancas? ¿Si fracasa, puede formar una coalición gubernamental? ¿Llegará a hacer elegir uno de los suyos a la presidencia?

¿Qué son en el fondo las intenciones de los dirigentes de el AKP? ¿Escarmentados por la suerte de Erkaban, aprendieron a disimular simplemente sus ambiciones reales y alimentan de hecho un programa islamista secreto? ¿O abandonaron estos objetivos y aceptaron el principio laico?

Estas preguntas de intención pueden desembocar sólo en especulaciones. Yo concluía así en verano de 2005 después de un viaje en Turquía como procurar determinar si el AKP tiene tal programa secreto parécete a un « rompecabezas intelectual complejo », con elementos de prueba a favor de ambas alternativas. Después de mi visita actual, dos años más tarde, compruebo que es el caso. Hay simplemente más datos que hay que integrar y que hay que interpretar.

Cada uno de los Turcos debe hacerse su propia opinión sobre el AKP, lo mismo que a los principales gobiernos extranjeros. Mientras que los sondeos muestran que los electores turcos están indecisos, líderes extranjeros concedieron su favor a Erdoğan. El Consejo de Europa condenó la intervención militar. La Secretario de estado americana Condoleezza Rice fue más lejos, felicitando al AKP por ' « atraer Turquía hacia Occidente, hacia Europa » y aprobando explícitamente su acción que tendía a hacer las leyes turcas conforme con las de Europa en el dominio de las libertades individuales y religiosas.

Pero sus declaraciones terminan en un callejón sin salida sobre los esfuerzos del AKP que pretenden aplicar la ley islámica en criminalizando el adulterio y creando zonas sin alcohol, sin hablar del hecho que privilegia a los tribunales islámicos en detrimiento de los laicos, que hace uso de dinero sucio, que toma partido contra las minorías religiosas y que persigue a sus adversarios políticos. Además, la adhesión a la Unión europea le proporciona una ventaja enorme al AKP: paradójicamente, reduciendo el papel político de los dirigentes militares turcos resueltamente laicos, ella facilita la aplicación de las leyes islámicas. ¿La prudencia de AKP sobreviviría a la neutralización del cuerpo de oficiales turcos? Finalmente, la secretaria Rice ignora las tensiones en las relaciones entre los Estados Unidos y Turquía provocadas por AKP.

Pero su análisis superficial presenta también una ventaja fortuita: teniendo en cuenta el fervor antiamericano actual en Turquía, los estímulos americanos al AKP corren peligro de hacerle perder sus voces. Dejando de lado el humor cínico, Washington debería dejar de sostener al AKP y volverse más bien hacia sus aliados naturales: sécularistas.



Traducción: Nicolai Nicolaievich Romanov

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