sábado, 18 de agosto de 2007

La sociedad uruguaya

La sociedad uruguaya


¿Cómo definir la sociedad uruguaya?. Pudiese decirse que somos una extensión austral del mundo occidental, europeo y cristiano, con influencias del positivismo racional y un desarrollo secular casi religioso. Dicho de ésta manera nuestro referente es el pasado y nos despreocupamos del futuro. Tenemos casi grabado a fuego el sentido de la seguridad de la vivienda propia, que en cierta forma es un sueño realizado ya que el 65% de los uruguayos son propietarios de sus casas, el trabajo de por vida en un sólo lugar y el proteccionismo estatal, vieja vaca sagrada que aún es el epítome de la mayoría de los jóvenes y los no tanto. Como a cualquiera nos gustaría ser ricos y sanos, pero la riqueza se ve socialmente como inmoral y inevitablemente pensamos que quién es rico no debe de haber hecho dinero trabajando o por medios lícitos, sino que seguramente fue heredado o robado. No nos gusta arriesgar ni jugando a la bolita, somos inveteradamente pesimistas, no asumimos los desafíos con optimismo sino pensando que nos irá mal a priori. Vivimos pensando en lo que fue y no pensando en lo que vendrá. Somos desconfiados por definición: desconfiamos del vecino, del amigo,del colega, pero básicamente desconfiamos de los representantes políticos que , libremente, hemos elegido.
Nos creemos solidarios pero somos individualistas; aprendemos desde muy temprano a no meternos dónde no nos llaman y sí se hace miramos para otro lado; el corporativismo encuentra un fértil campo en nuestra sociedad. Somos los inventores de la gauchada que se continúa con el amiguismo político y finaliza en el clientelismo, pagando los favores la sociedad por medio del Estado. Nuestra especialidad nacional es no responsabilizarnos de nada, siempre culpando al Otro.Eludimos los conflictos, la confrontación sana de ideas, decimos las cosas por cualquier otro nombre menos el verdadero y nos acercamos o alejamos elípticamente. Ejemplo de ello es la renuncia en éstos días de Fernández Hudrobro al MLN, renuncia pero no renuncia o renuncia un "poquito", ni él sabe a ciencia cierta que es lo que quiere hacer.
No somos afectos a respetar las normas de convivencia elementales que van desde el respeto a las señales de tránssito al pago de impuestos en tiempo y forma. Tenemos tendencia a comenzar obras faraónicas (el Palacio de Justicia, el edificio de la Intendencia, el funicular a la Isla de las Gaviotas, cientos de obras viales, etc) que nunca se finalizan y por eso somos un país a medio edificar.
Desconfiamos de términos que son el norte de las sociedades avanzadas, tales como: productividad, competitividad, propiedad privada, negocios, dinero, innovación, tecnología, idiomas era digital, teletrabajo. Preferimos mantenernos en una zona conocida, que no nos obliga a pensar, arriesgarnos, luchar por un sueño. Y lo peor de todo es que condenamos a quién socialmente a quién sí piensa, se arriesga e intenta cambiar las cosas.
El quietismo nos ha enseñado y acostumbrado al trabajo rutinario, poco o nada imaginativo, y esperamos que alguien nos diga qué hacer y cómo hacerlo: si las cosas no salen cómo se quiere es Otro el responsable, lamentablemente tenemos alma de empleados y no de emprendedores. Hemos adquirido una visión ecléctica del trabajo bien hecho, de la responsabilidad de la tarea que asuminos, asociándola inevitablemente a la remuneración percibida: "total para lo que me pagan....", pero si se pagara muy bien la respuesta sería la misma. Somos descreídos de todo y de todos, somos puritanos y pacatos, aunque nos gustaría ser, en nuestro fuero interno, consumistas , hedonistas, liberales, exitosos, ricos y mundanos.

Vivimos en la era digital, globalizada y caracterizada por incertidumbres, sabemos que casi todo lo que conocíamos está muriendo o en vías de muerte, no tenemos claro aún cuáles serán las nuevas certidumbres y si las mismas serán continuas en el tiempo, o si viviremos en busca de certidumbres constantemente. Es humana la búsqueda de algo seguro, conocido y manejable, pero ésta no será la constante en los próximos años. La velocidad de los cambios y la capacidad de adaptarse a ellos nos pondrán una dura prueba. No obstante, la receta del éxito está en arriesgar y arriesgarse, de adaptarse rápidamente a las nuevas realidades, de ser imaginativos, de no apegarse a viejas estructuras mentales.
Las certezas de hace 10 años ya desaparecieron, las de 5 años atrás también, entonces debemos adoptar la actitud de tomar riesgos porque sencillamente todo lo que emprendamos hoy tendrá un grado muy importante de incertidumbre.
Según encuestas realizadas periódicamente desde hace varios años, la enorme mayoría de nosotros tenemos como objetivo, como sueño el empleo de por vida (el 73%) en la actividad pública, más allá de la buena o mala remuneración, del buen o mal ambiente de trabajo, de las carencias de incentivos intelectuales o meramente económicos y de la chatura concomitante de un empleo público. Esto se explica porque, a pesar de las remuneraciones, el Estado es muy flexible en cuanto a horarios, licencias, beneficios, actividades remuneradas paralelas, el sentimiento que no hay que ser responsable frente a un dueño, la inamovilidad laboral y demás regalías.
Esta especie de "cultura estatal o estatista" nos induce a no admitir riesgos laborales, que no estamos dispuestos a encaminarnos por senderos azarosos pero con muchísimas más oportunidades. La población más jóven es la que más proclive está a no arriesgar, aquí en su país, pero si emigran se meten de lleno al mercado de trabajo altamente riesgoso por no decir que desde el mismo momento en que toman la decisión de emigrar están tomando un riesgo enorme.
Lo peor de todo es que el mundo avanza en dirección contraria a nuestra visión nacional. Somos un país con la vejez de Europa, siendo un país jóven; bloquemos concientemente nuestra capacidad de imaginar, de soñar, de luchar por nuestros sueños, de confiar en nosotros mismos. Esta cultura nacional del quietismo no respeta a nadie; todos la sufrimos: los ricos y los pobres, los universitarios y los que no lo son, desocupados, empresarios, políticos, adolescentes, adultos, personas de la tercera edad, negros, blancos, gauchos y "dotores".

Seguramente no nos hemos percatado de los cambios que están afectando a nuestra sociedad, que no son cambios endógenos sino exógenos, y es casi seguro que por éste hecho es que no sabemos que nos depara el futuro. Pocos son los uruguayos, que a pesar de poder hacerlo no lo hacen, de informarse de lo que pasa más allá de nuestras fronteras. El progreso tecnológico marcha a una velocidad tan grande, que lo que se da por seguro hoy no lo será mañana.Este cambio tecnológico no sólo ha sido temido sino rechazado; hay gente que se niega de plano a aceptarlo. Este rechazo es humano, cuando la revolución industrial comenzó hubo un fuerte rechazo de la sociedad, basándose en que la sustitución del hombre por la máquina traería modificaciones en los hábitos y estilos de vida humanos. Ahora ya casi pasado el fin de la era industrial se sigue con la misma cantinela. El progreso nunca será bien aceptado por la sociedad, muy por el contrario es fuertemente combatido porque elimina prebendas, se entra a una zona desconocida, hay que pensar, arriesgarse. Lamentablemente la aceptación del progreso no se manifiesta de la misma forma en todas las sociedades y culturas del mundo. En los países más desarrollados la aceptación del progreso está fundida con su cultura, todos quieren progresar. En las sociedades latinoamericanas el término progreso se identifica instantáneamente con colonización cultural, más trabajo, trabajos desconocidos, símbolos de las culturas fuertemente rechazadas del norte.
No sólo somos resistentes a asumir los cambios que nos brinda el progreso tecnológico, a incorporar a nuestra cultura las innovaciones sino que nos especializamos en el combate para aislarlo y concomitantemente, deshecharlo.

Si para nuestra sociedad existe un delito francamente repudiable, no es un el pecado sino que es la herejía de ser innovador, de tratar de hacer las cosas de forma más eficiente y eficaz de cómo se han hecho desde hace siglos. La mentalidad de "empleados" viene de nuestra educación valeriana. No se ha podido desarrollar en nuestra sociedad la capacidad de emprendimiento, de riesgo para plasmar proyectos individuales o colectivos con su imprescindible cuota de innovación, riesgo y trabajo constante. Se prefiere la seguridad de un salario al riesgo de emprender algo, no se tiene la cultura, magníficamente escrita por Kipling en su poema "Si":

Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduria...

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...


Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!".


Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

Existen sectores de la sociedad que han comprendido que la era que se inicia no trae ni seguridad ni empleos de por vida, que las certidumbres se terminaron y que sólo les podrá ir bien a aquellos dispuestos a arriesgar, a asumir los nuevos desafíos y a apostar por la innovación. Estos sectores serán los pilares del nuevo país que debe nacer. Estos sectores son mal vistos, sienten el lastre del quietismo, los dueños de ·chacritas" de poder los torpedean constantemente e intentan bloquearlos. Es por demás evidente que éstos sectores que quieren innovar, realizarse personalmente, hacer dinero, van tarde o temprano a triunfar sobre los otros. El tiempo que les tome está directamente vinculado con la oposición que tengan; pero en la medida que los sectores quietistas persistan en su actitud, se producirán dualidades y diferencias sociales imposibles de evitar.



Alvaro Kröger

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