sábado, 9 de agosto de 2008

El debate presidencial francés

El debate presidencial francés
por Alvaro Kröger



Ayer, 2 de mayo, se produjo el debate entre Mme. Royal y M. Sarkosky. Candidatos a la segunda vuelta el próximo domingo, el de ayer fue un debate de una calidad intelectual mediocre.

Acostumbrados, como estamos, a debates presidenciales franceses de alto nivel intelectual, éste fue chato, aburrido y desgraciadamente con muy pocas propuestas innovadoras.

La falta de innovación en la vieja Europa, es un hecho que se está dando en los últimos años. A raíz de la conformación de la UE, Europa se ha retirado del mundo para ocuparse de sus asuntos, complejos, difíciles de solucionar, con falta de voluntad política para hacerlo. Se hubiese esperado que Francia, como faro intelectual de la humanidad durante siglos, hubiese debido imponer sus cualidades y poner nuevamente en marcha la locomotora que fue.

El debate en sí, fue más bien una dura crítica de Mme. Royal a M. Sarkosky, pero sin aportar nada nuevo. Por su parte M. Sarkosky aparentemente tiene las ideas mucho más claras que Mme. Royal en cuanto al funcionamiento del Estado francés, y dentro de todo es lógico ya que lo integró como ministro del Interior de M. Chirac.

Del debate se desprende que para los candidatos los problemas comienzan y terminan en las fronteras de Francia, cuando todos sabemos que la globalización hace necesario el conocimiento de la política internacional, casi tanto o más que la política interna.

La mayor parte del debate se centró en dos temas: la reforma jubilatoria y la inmigración. Es verdad que éstos dos problemas son graves para Francia, pero no dejan de serlo también para el resto de Europa.

Europa está envejeciendo rápidamente; las cotizaciones de los activos no alcanzan para cubrir las cuentas a pagar a los pasivos, ni los beneficios que dá el Estado francés a sus habitantes, por lo que la idea de Mme. Royal es aumentar las cotizaciones de los activos y mantener las pensiones de los pasivos y los beneficios. Clásica idea de un socialista, dónde el Estado aparece como el pater noster , y la empresa privada como el malo de la película.

Por su lado M. Sarkosky quiere volver a la semana de 48 horas y derogar la de 35; hecho que parece muy razonable, tanto para los asalariados como para mantener el actual nivel de cotizaciones, sin distorsionar el mercado.

A la semana de 35 horas se llegó por presiones sindicales sobre M. Mitterand para mantener el nivel alto del precio del trabajo francés....pero en aquel momento China no estaba en la competencia. Este hecho, ninguno de los dos candidatos, lo nombró.

La mano de obra europea es carísima y parecen no darse cuenta que el mundo ha cambiado. Numerosísimas firmas europeas y americanas están trabajando en China, sacando productos de la misma calidad que en las metrópolis a la décima parte de precio. Es muy lindo y demagógico prometer el mismo sistema o mejor; luego no se puede cumplir la promesa si no es aplicando cada vez más impuestos.

Parece evidente que la tan cacareada Unión Europea, es más un lastre que un motor para la sociedad europea, máxime cuando han entrado a la UE todos los países de Europa Oriental, cuyas asimetrías económicas son abismales con Francia, Alemania, Italia, España (más o menos) y los Países Bajos. Lo cierto es que la economía europea si bien no está al borde del abismo, está en un punto dónde debe haber una inflexión urgente. Europa no puede mantenerse aislada del mundo y no participar del comercio mundial. Los subsidios a la agricultura europea son escandalosos; si a nosotros nos piden que adecuemos nuestras economías para competir, debemos hacer lo mismo con ellos: exigirles que adecúen sus economías.

Si no es económico producir carne vacuna, que no lo hagan; si Latinoamérica puede ofrecer carne de mejor calidad a U$S1000 la tonelada y a ellos les cuesta U$S2500, parece evidente que deben desterrar las vacas de Europa.

La impresión que me llevé viendo las dos horas y media de debate y un intercambio de opiniones entre periodistas luego del mismo es que no va a cambiar mucho, gane quien gane; cambiará un poco el maquillaje si gana Mme. Royal.

El otro tema candente para Francia es la inmigración. Gracias a las políticas de los años '70 y '80 sobre inmigración, actualmente hay descendientes de inmigrantes de ciudadanía francesa, con plenos derechos, pero con visiones diferentes de la cultura. Este asunto se manifiesta básicamente en los recurrentes episodios de violencia callejera, en la discriminación laboral y estudiantil. El fenómeno de la emigración está también presente en Francia y es un tema que preocupa a los franceses: hay más de 300.000 franceses fuera de Francia, la mayoría con formación universitaria, que están trabajando en Canadá, USA, Brasil, China, países árabes. Esa gente no cotiza a la seguridad social y serían las cotizaciones más sustantivas.

Lo que M. Sarkosky dejó en claro es que, de ser presidente, vetaría la entrada de Turquía en la UE, hecho que me parece absolutamente lógico. Mme. Royal no se pronunció sobre el asunto. Este fue el único punto de política exterior que se tocó.

Una de las cosas que más me molestó es que, para los franceses, América Latina, pareciera no existir, ni los candidatos la nombraron siquiera una sola vez; ni en la posterior charla de los periodistas internacionales fue mencionada. Entre los periodistas internacionales no europeos sólo había un americano y una congolesa, que por su acento jamás había pisado el Congo.

Resumiendo, Europa está en franca decadencia y son ellos los que tienen que darse cuenta de ello; de lo contrario va a pasar lo de las dos últimas Guerras Mundiales, pero ahora con un ingrediente mucho más peligroso: el fanatismo islamita.

Si, en éste momento, 3 de mayo de madrugada me pidieran que dijera el futuro presidente de Francia, me inclino por Sarkosky. Mme. Royal es demasiado agresiva e impulsiva, tiende a contradecirse, le falta rodaje político y creo que quién le puede complicar la vida a Sarkosky es el idiota de LePen, que llamó a la abstención.

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