sábado, 9 de agosto de 2008

Cuando el silencio no es sinónimo de salud

Cuando el silencio no es sinónimo de salud
por Alvaro Kröger



Es muy común que la complicidad hipócrita con los dictadores suela disfrazarse de ingenuidad. Cohortes de periodistas, académicos, intelectuales e incluso políticos bien informados, optan por congraciarse con los regímenes dictatoriales y hasta alaban sus "logros",mirando para otro lado, en tanto critican duramente a las democracias liberales por problemas como la inseguridad, la pobreza, el desempleo o la polución ambiental. En los años '70 apareció en Argentina un slogan muy sugerente e ingenuo: " el silencio es salud". Esta parece ser la actitud que han elegido muchos de los actuales aspirantes a cándidos ante la ausencia de las libertades fundamentales, elementales, básicas, en las dictaduras aún existentes y en las de reciente creación.

Lamentablemente ésta conducta no es nueva en los países democráticos. En los años '30, en los que el mundo parecía encaminarse hacia los dos grandes totalitarismos, dejando en el pasado a las democracias liberales, muchos intelectuales escribieron, hablaron , actuaron e integraron los regímenes criminales del nazismo, del comunismo y el fascismo. Cantaban loas a los "grandes conductores", a su capacidad de tomar decisiones sin pasar por "inútiles" debates parlamentarios, a su supuesta capacidad de gestión del estado. En el Occidente democrático, procuraban entusiasmar a los aún escépticos con las faraónicas obras públicas que se erigían en las dictaduras, como las autobahan del nacionalsocialismo, que fueron creadas para un depliegue rápido de las fuerzas acorazadas dentro de la doctrina de la "Blitzkrieg". El énfasis estaba en el "pleno empleo" que había conseguido el nazismo en el poder, gracias a una carrera armamentista y a una economía endógena, en tanto que muy pocos elevaban sus voces de repudio a la legislación antisemita, a las persecuciones a las minorías étnicas, a la represión a los opositores demócratas y el silenciamiento de la libertad de expresión antes de la guerra mundial. Muchos se "sorprendieron", tras la guerra, de la existencia de los campos de exterminio nazis en los que murieron millones de judíos, gitanos y opositores. Esa "sorpresa" es una de las puestas en escena más gigantesca que se haya realizado. Curiosamente, ningún nazi, dentro de Alemania , sabía algo de esos "Campos de la Muerte" y como el Gallotero "la culpa la tiene otro".

Cuántos se maravillaron por las grandes "conquistas" sociales del Pepe Stalin, con su industrialización acelerada y su reforma agraria en contra de los grandes terratenientes. Las decenas de millones de muertos en los genocidios del comunismo soviético no contaban: los que murieron por hambrunas, deportaciones, fusilamientos, purgas despiadadas, acusaciones de sabotaje, enfermedades y desamparo. Eran tiempos en que la libertad y la dignidad humana nada valían, en homenaje a la construcción del totalitarismo y sus grandes "logros" para la humanidad…....., sólo existían los paredones de fusilamiento, los "goulags" en Siberia y la Santa Madre Rusia. En nombre de ésta han muerto millones de rusos inocentes, en acciones tan ,aparentemente, tan estúpidas como hacer cargas de caballería a columnas blindadas alemanas. Y digo "aparentemente" porque esas cargas fueron hechas por cosacos del Volga y del Don; hombres duros y patriotas, amantes de su tierra y en total desacuerdo con las políticas de Moscú. En un acto brillante el gran Pepe les dió un par de manijazos y los cosacos marcharon a defender a la Santa Madre Rusia a caballo con un sable en la mano.......

Se admiraba con fascinación esas grandes manifestaciones de hombres y mujeres en actitud marcial, marcando el "paso de ganso", o en perfectas formaciones demostrando su total sumisión y fervor unánime por el régimen imperante. Porque lo importante para ésta gente era "pertenecer", era sentirse protegido por una inmensa maquinaria, era sentirse un pequeño engranaje, era "masificarse", no sobresalir ni ser diferente. Planteada la situación política de ésta forma, es casi justificable la falta total y absoluta de la libertad;ésta no se lleva bien con aquella mentalidad.

Cuántos descubrieron, entre horrorizados y falsamente sorprendidos, alegando total ignorancia de los hechos el legado que dejó el comunismo en Europa central y oriental, tras más de cuarenta años de opresión. Los basureros nucleares, la polución de las grandes ciudades, el hacinamiento en las viviendas, las bajas expectativas de vida de la población general(53 años), el apartheid implantado por los partidos comunistas para beneficiar a sus líderes con alimentos, ropa y vivienda de calidad occidental, la miseria y la corrupción generalizada para lograr sobrevivir: estos fueron los verdaderos "logros" en pos del Hombre Nuevo. Y la realidad fue que el Hombre Nuevo se podía comprar por un par de jeans, una botella de whsky, un cartón de cigarrillos, o cualquier baratija, que a los occidentales no nos llamaban la atención.

¿Cuántos periodistas, intelectuales, escritores y políticos se sorprenderán cuando caiga el régimen del crápula Castro, y vean cómo viven los millones de cubanos que no lograron huir de su patria?.Desde ya puedo decir que serán muy pocos o ninguno. Se horrorizarán de las condiciones de vida pero le hecharán la culpa al bloqueo americano, cuando es sabido que dicho bloqueo es una total farsa, y las pruebas al canto: si realmente los americanos hubiesen querido matar de hambre a Cuba no les hubiese costado nada más que poner más buques y no dejar pasar ni a una gaviota. ¿Qué dirán, cuando reconozcan que los que arriesgaron sus vidas para salir de la "isla cárcel" no eran agentes de la CIA y del imperialismo, sino humildes hombres y mujeres que sólo anhelaban escapar de la miseria extrema, la opresión y la insalubridad?. Desde ya puedo adelantarme a sus horrorizados comentarios: dirán que eran contrarrevolucionarios....

Cuando se trata de dictaduras y muerte, el silencio es insalubre.

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